COMPAÑEROS DE CAMPSARED



"Podeis decir lo que pensais de vuestros encargados, de los objetivos, de la venta activa, de los cursos, de Sumando valores, seguridad, promotores del cambio, sindicatos, y todo lo que querais. Hubo en tiempos un blog de un compañero en donde mucha gente dejó sus comentarios, hoy no existe y como alternativa nace CAMPSARED BLOG, para reunir a todos los que somos COMPAÑEROS DE CAMPSARED"

Este blog, como indica en la cabecera, originariamente fue creado por un compañero llamado EXPENDEDOR-VENDEDOR el 20 de noviembre de 2008 pero problemas técnicos le impidieron actualizarlo, lo que dio pie a la creación de esta segunda etapa renovada que es la que se abre a continuación.
Como aquel, mantiene la idea de tener una plataforma de comunicación, de reivindicación y sobre todo un medio de expresión para todos los trabajadores de CAMPSARED y de REPSOL, y a la que quedan invitados cualquiera de los trabajadores de EESS sean cuales sean sus marcas.

Bienvenidos todos a este foro de diálogo e información.

Recordar que si visitais esta página por primera vez, para conocer el contenido completo de este blog desde su nacimiento, deberíais comenzar por el antiguo blog pinchando en este enlace:

'www.campsaredsprint.blogspot.com'





1 de febrero de 2013

EL PROCEDIMIENTO

Cuatro de la tarde. Día libre. He elegido la hora de la siesta a propósito, para encontrar menos atasco en el cuartel de la Guardia Civil de esta ciudad, famoso por la demora en el trámite de las diligencias. A eso voy yo, quiero poner de una vez la denuncia sobre la fuga del otro día. Me ha acercado hasta allí un conocido mío, le prometo invitarle a algo (primer gasto que me ocasiona este proceso), y quedamos en que me vuelva a recoger en una hora para pagarle la cerveza prometida.

Entro como uno entra siempre en los cuarteles, atusándose el pelo y cerciorándose de llevar la documentación en regla, no vaya a ser que salgamos trasquilados en el trance. Yo no soy inmigrante, y es difícil que me extraditen, pero podrían cascarme alguna multa. Todos sabemos que la guardia civil no se anda con chiquitas, y si tiene que cumplir objetivos, los cumple, y si tiene que alcanzar el presupuesto, lo alcanza. Así que, me ajusto el pantalón, pongo cara de no haberme saltado nunca un ceda el paso ni un semáforo en rojo, y me adentro en el vetusto cuartel de la benemérita, que me saluda con un "todo por la patria" en el porche, que ya acojona por muy inocente que seas.

"Alto a la Guardia Civil", me sale al paso un guardia nuevo, con la lección bien aprendida, muy marcial y con cara de malas pulgas, típica de los guardias cuando vienes a dar trabajo fuera del horario normal.
-Buenos tardes - Buenas tardes respondes, casi cuadrándote ante el brío del picoleto, mientras tratas de esconder el tabaco de liar que llevas en la parte de atrás del pantalón, no vaya a darse el caso de que sospechen que todo es un invento de un porrero cabrón y acabes con las piernas abiertas pidiendo un abogado.
-¿Qué es lo que quiere usted? -Me interpela con un saludo militar.
Le cuento mi película (todo lo de la fuga, vamos), y él tuerce el gesto, habla con un colega por lo bajo, mirándome los dos de reojo, como si me conocieran de alguna noche de jolgorio, o como si buscaran en mi cara algún rasgo de delincuente habitual.
-Espere un momento- me dicen -¿Me deja el Documento nacional de identidad?
El "espera un momento", es una frase hecha por que en verdad, van a pasar dos horas contemplando las telarañas y las humedades de los techos. De vez en cuando, los ves que cuchichean y te miran con la puerta entornada,  como si buscasen antecedentes en la base de datos. Hablan por teléfono, y vuelven a mirarte. En realidad, en ese tiempo, bien piensas si no estarán buscando multas sin pagar, o algún impuesto de circulación atrasado que columpiar ante tus ojos.

Por supuesto, tu conocido que ya ha vuelto dos veces, renuncia a seguir esperando, el comprende que tiene otra vida, y que no puede estar allí las horas muertas como si esperara un vis a vis contigo.

Afortunadamente, llega otra persona. Mismo procedimiento, misma espera. Se sienta frente a mi, en silencio. Allí nadie pronuncia una palabra. No se pueden utilizar los móviles, no se puede fumar, no se puede reir, ambos esperamos como el que aguarda su turno en el cadalso.


De vez en cuando me asomo, y me atrevo a preguntar por lo mío. -Estamos en ello -me contestan- le hemos dicho que espere-. El individuo que aguarda frente a mi, me observa comprensivo, ambos vamos a correr la misma suerte, casi estamos a punto de abrazarnos en algún momento, pero no lo hacemos. Nos dedicamos a mirar los retratos de terroristas, y los carteles de prohibido. Nos miramos con pena sabiendo que aún nos queda una larga espera por delante.
Alguno de aquellos criminales podría ser un cliente de la gasolinera. Si, aquel del bigote, o tal vez la chica del peercing, o el gordo calvo de abajo. Joder, todos se parecen a los clientes habituales, solo falta que me confundan con uno de ellos y me retengan las 72 horas de rigor.


En ese instante estoy a punto de marcharme, tal vez vuelva otro día. He recordado que mi novia se iba de compras y que después hace su pase de modelos pertinente, que siempre acaba, como los dos queremos, sin faldas y a lo loco.

En eso entran dos guardias con un rumano fortachón detenido, con las manos esposadas detrás, sin posibilidad de escapatoria. Me mira unos instantes como pidiendo ayuda. "Yo no puedo hacer nada tío" "Ni siquiera te conozco de la gasolinera" pienso para mi. Él sin embargo parece recordarme, y vuelve la cabeza como si quisiera quedarse con mi cara. Yo le evito, no vaya a ser un violador de tipos como yo, que "quiera abrirme nuevas vías" al conocimiento.

Por fin me llega el turno: ¿Antonio López?. Si, yo, levanto el brazo alborozado como si acabara de acertar un bingo. -Pase usted-

Buenas tardes, dígame que ha ocurrido, me pregunta, y una vez más vuelvo a contar mi película.
Parece no creérsela del todo, como si se me hubiera visto el tabaco de liar en algún momento. ¿Y usted donde estaba?
-Pues yo trabajo allí, soy el pizpireto vendedor de aquel sitio-. Mi puntualización no le hace ninguna gracia. -limítese a los hechos- me dice. -Allí, allí, en mi sitio, al pie del cañón estaba yo.
¿Y no vio a nadie? Insiste.
Nada, ni un alma, ni una brisa corriendo, bueno si, se me viene a la mente: un coche negro matrícula  dos, cuatro, siete... no se cuantos.
-¿No se cuantos? me inquiere.
-Pues si, no pude verla claramente, tal vez un ocho, o un seis... y las letras be, hache y eme... creo, podía también ser una uve doble.
-¿Está seguro? Insiste,
-Bueno... - En ese instante el guardia empieza a plantearse si soy el cómplice de aquel delito ya que no estoy aportando unos datos fidedignos -Es lo que vi... ya estaba lejos.
-¿Está seguro? Vuelve a decir, que te dan ganas de poner de tu bolsillo los 50 euros de la fuga y salir corriendo diciendo: pues si, he sido yo, era mi primo que estaba compinchado conmigo, lo siento, no volverá a ocurrir.
-¿Tiene cámaras en la gasolinera?
-Si, pero... entre nosotros, ven menos que un gato de escayola, son miopes ¿Me entiende?
.-¿Está seguro? Me repite como si le importara tres narices lo que digo. -Vamos a verlas, tenemos tiempo.
A estas alturas me doy cuenta que no podré llegar al desfile de mi novia, y que muy posible, dada la velocidad con que se realiza el procedimiento, ella aburrida, acabará casándose con otro pues no será capaz de esperarme tantos años.

Vemos las imágenes. Tardamos un rato, pues su dvd no es compatible con el nuestro. Tiene que llamar al friki que se ocupa de la informática. Juntos, después de un rato consiguen que aquella joya de otros tiempos eche andar, pero como decía, no se ve nada, apenas unas imágenes difuminadas que no se sabe si son de una gasolinera, o de una verbena de pueblo.
-¿Esto es todo? -me suelta después de visionarlas- ¿No habrá alguna otra cámara?
Niego con la cabeza, compungido.
-¿Está seguro?
-Ya no estoy seguro de nada, señor guardia-.
En realidad, lo que estoy pensando es que al final, voy a pasar la noche con el musculoso rumano de las esposas, que a lo mejor entonces, quiere jugar conmigo a médicos o a marineros.

-Lo que ocurrió es esto... -me reafirmo, y vuelvo a contarle la película-. Y no tengo nada mas que añadir.
-¿Está seguro?
-No, o si, bueno, no lo sé.
-¿Dígame su nombre completo?
-Lo tiene usted en el carnet.
-Dígamelo usted
-Antonio Lopez Escudero, ¿Van ha hacerme una foto de perfil?
-No. Dígame el nombre de sus padres.
-¿Para qué?, ellos no están implicados.
-¡Me lo diga coño, es el procedimiento!- dice levantándose de la silla y sujetándose el paquete (el que contiene el arma reglamentaria, vaya)

En ese instante suena el teléfono, es mi novia que trina por haberla dejado plantada. El guardia me mira como con ganas de torcerme el pescuezo. -No puedo hablar nena, estoy en el cuartel- le digo por lo bajo.
-¿Qué estás con Raquel? ¿Tu ex-novia? Pues que te lo pases bien con esa guarra.- Y me cuelga.
El guardia también quiere colgarme. Hoy no es mi día.
-Aquí no se puede hablar con el móvil- me advierte el guardia. Haga usted el favor de apagarlo. Ahora sé que difícilmente podré salir de allí antes de la cena. El guardia me ha mirado con ganas de buscarme las vueltas, y efectivamente así lo hace con la pregunta posterior: ¿Conocía usted de algo a la persona que se fugó de la gasolinera?
-No, de nada.
-¿Seguro? (¡Joder, toma los 50 euros y déjame irme a mi casa! le suplico. ¿Aún no lo he hecho?,  pues poco va a faltarme).

-Dígame su domicilio- Prosigue.  -Avenida de los Monegros 12
-¿En el bloque blanco?
-Si- empiezan a temblarme las rodillas por si me conoce de algo.

-¿Dónde tienen la sede los comunistas de Aldeas Verdes?
-Si, bueno, pero... ¡yo soy español, español, español!. ¡Arriba España!. No pertenezco a nada -Le recalco.
Me mira de soslayo. Apunta no sé qué en un papel, y continua con las pesquisas.
-¿Cuanto es el importe sustraído?
-50 euros de mi alma, un billetito de esos amarillos-
-¿Tienen algún tipo de seguro?
-Lo ignoro
-¿Lo ignora, o no lo tienen?
-Puede, no sé- En ese instante al guardia le dan ganas de arrancarme las uñas de los dedos con unos alicates para que cuente la verdad. Se lo noto en los ojos. No se cree ni una palabra de lo que digo. Una y otra vez coge mi DNI y lo mira, tratando de recordar mi cara de algún control de tráfico o una bronca de sábado por la noche.
- Di-ce que-no-lo- sabe- Escribe sobre un teclado negro que gime por despreciar las posibilidades que le ofrece el fabuloso Pentium II  del año 2001.
-¿Quiere añadir algo más?
-¡No por favor, acabe de una vez!- Se me escapa junto a un suspiro -Quiero decir que no-

El guardia vuelve atrás. Repasa todo lo tecleado, corrige, añade algunas notas de su propia cosecha. Lentamente, con un dedo, mientras el sol va decayendo tras los cristales del ventanuco que hay a su espalda, vuelve a escribir todo lo que no es de su convencimiento.

-Voy a leerle el atestado.
-Si, si, por favor- le imploro..
-El día 26 de octubre de 2011 a las... tatatá, tatatá, tatatá... la película.  ¿Está de acuerdo?
A mi me ya da igual lo que ponga, como si quiere firmas para mandar las tropas de infantería al Peñón, yo lo que quiero es terminar de una vez. -Si si, de acuerdo, a pìe juntillas- le contesto sin haber escuchado.

A continuación me imprime el documento. Despacio pues se atasca tres veces, y una cuarta que se queda sin folios. Por fin tengo allí la denuncia.
-Léalo y si está de acuerdo firme aquí, -y me marca una cruz, no vaya yo a cagarla y firme donde el Comandante del cuerpo, y haya que repetir el formulario entero.

Descubro varias faltas de ortografía, y además, le hago notar: -No era un negro, que echó a la de tres entre 50 coches a las nueve y cinco de la noche, sino un coche negro que echó 50 euros de 95 en la calle tres.
- Bueno, bueno, eso es lo de menos, son pequeños matices, ¿Quiere que lo vuelva a escribir?
Miro la luz marchita tras el ventanuco, miro el viejo reloj de España '82, que marca ya las ocho y cuarto de la tarde.
-No sé... ¿Y lo de que yo soy el dueño de la gasolinera? ¿Se puede corregir?
Rompe con mala hostia los folios, y los tira a la papelera, da un palmetazo sobre la mesa y se levanta. Se ajusta el paquete, esta vez los cojones vamos, y se marcha por una puerta lateral.

Quedo allí diez minutos, solo, abandonado como un mueble, sin atreverme a respirar por si me cae alguna, la del pulpo, me temo. Al rato aparece de nuevo el guardia, y empieza otra vez la redacción.
-¿Entonces cuantos negros iban en los tres coches? ¿Noventa y cinco o más?.

Volvemos a empezar, yo le cuento de nuevo la película, y él, con su dedo favorito va tecleando letra tras letra hasta conseguir un relato verosímil.

-¿Algo más que añadir? - Dice al final
-¡Nada, por Dios!, respondo, ¿Donde hay que firmar?
-Tras garabatear las copias, y salir de allí, convencido de que aquel guardia me la tendrá jurada de por vida, cruzo frente al hombre, que ahora son seis, que esperan que les llegue su turno. Me mira con tristeza, como saltándole las lágrimas. Sabe que le darán las doce de la noche por lo menos, sabe que no podrá cenar, sabe que tal vez nunca vuelva a salir de allí salvo con los pies por delante.
Cuando le miro, estoy en un tris de preguntarle si quiere algún recado para su familia, pero lo dejo. Enseguida oigo la voz del guardia reclamando: ¡El siguiente!

Salgo pitando, como si acabara de escapar del talego, se me cae el tabaco, los pantalones, y hasta el móvil, no importa, no tiene batería. Estoy solo, en un extremo de la ciudad y frente al cuartelillo, donde sé que nadie se parará jamás a recogerme. Me toca andar la vuelta a lo largo de la carretera. Pienso en la horas que voy a pasarle al encargado, que van a suponer un pico, y en su cara de furia pidiendo explicaciones. Comienzo mi regreso. Cuarto de hora después, me para una patrulla y me pone una multa por no llevar chaleco reflectante mientras ando por el arcén camino de mi casa. Dentro del Renault 4 me ha parecido ver al guardia de hace un rato brillándole los dientes en la oscuridad de la noche. Firmo y me voy campo a través. No quiero más problemas. Al menos con la Guardia Civil.

Por cierto, en aquel descampado me tropecé con el rumano calvo aquel de las esposas que había tardado en salir menos que yo. Me robó la cazadora, la cartera, el reloj, y el móvil, pero afortunadamente no me violó, eso sí, me jodió bien jodido. Y no quise volver al cuartel, ya había tenido bastante por un día. Volví a mi casa molido y descontento, y habiendo perdido mi día libre. Es un placer dar la cara por la gasolinera.

La próxima vez que falte un coche, saldré pitando a los servicios y diré que no he visto nada, que me estaba reventando la vejiga, que tenía los ojos en blanco, y que cuando me meo me convierto en un pobre ciego lleno de angustias. Que vaya el encargado si es que quiere pasar un rato relajado lejos de la gasolinera. No me dan buena espina, aquellos guardias y su procedimiento.
Dos semanas más tarde tuve que repetir, pero esta vez no creyeron mi "película" y la cosa acabó fatal. Tuvo que ir el Jefe de Zona a sacarme. La fianza me la descontarán en la próxima nómina.

POR FAVOR, NO DEJES DE VOTAR ESTE ARTÍCULO A CONTINUACIÓN. GRACIAS .

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