COMPAÑEROS DE CAMPSARED



"Podeis decir lo que pensais de vuestros encargados, de los objetivos, de la venta activa, de los cursos, de Sumando valores, seguridad, promotores del cambio, sindicatos, y todo lo que querais. Hubo en tiempos un blog de un compañero en donde mucha gente dejó sus comentarios, hoy no existe y como alternativa nace CAMPSARED BLOG, para reunir a todos los que somos COMPAÑEROS DE CAMPSARED"

Este blog, como indica en la cabecera, originariamente fue creado por un compañero llamado EXPENDEDOR-VENDEDOR el 20 de noviembre de 2008 pero problemas técnicos le impidieron actualizarlo, lo que dio pie a la creación de esta segunda etapa renovada que es la que se abre a continuación.
Como aquel, mantiene la idea de tener una plataforma de comunicación, de reivindicación y sobre todo un medio de expresión para todos los trabajadores de CAMPSARED y de REPSOL, y a la que quedan invitados cualquiera de los trabajadores de EESS sean cuales sean sus marcas.

Bienvenidos todos a este foro de diálogo e información.

Recordar que si visitais esta página por primera vez, para conocer el contenido completo de este blog desde su nacimiento, deberíais comenzar por el antiguo blog pinchando en este enlace:

'www.campsaredsprint.blogspot.com'





4 de mayo de 2013

LA ESTACION DEL TERROR.

Por revoltosina

Un día salí de casa en dirección al cine, había quedado con unas amigas para ver en 3D una de las múltiples secuelas de Viernes 13. No era ni martes (por aquello del no te cases ni te embarques), ni viernes, ni tampoco era 13, pero lo que no podía imaginar era lo terrorífica que iba a resultarme la tarde.

A los 5 minutos de viaje mi primer susto: la luz de la reserva se enciende. Como mi estación de confianza estaba en dirección opuesta decidí repostar en la primera gasolinera que encontré. De haber visto Psicosis la semana anterior, en vez de Mamma mía, como insistieron mis amigas, nunca se me hubiera ocurrido detenerme en aquella gasolinera solitaria.

Era una estación de servicio bastante grande, de la marca Repsol, la misma que mi estación de siempre, así que, pensé que aquello era una garantía, y que me tratarían de la misma manera, o como en los anuncios de la tele, que sale un chico muy majo a atenderte, con una sonrisa y un trato excepcional.  No sabía muy bien donde me estaba metiendo. Si la vida tuviera banda sonora, los golpes siniestros de piano me hubiesen advertido de mi error.

Como en toda peli de miedo, siempre hay una tonta que se adentra donde no la llaman: Ésa era yo, confiada, me llamó la atención un cartelito en el que regalaban 6 euros para el Corte Inglés. Fantástico.  Explicaban que debía repostar un mínimo de 30 euros, y me dije que no había inconveniente, ya que mi idea era llenarlo.

Mi primer problema fue que la estación funcionaba en autoservicio, y por tanto nadie salió en mi ayuda, ¿Dónde estaba el chico majo de la tele que hasta te saca el café al coche?. Primera decepción.

Después de diez minutos espantosos conseguí llenar mi 205. Como siempre me habían echado el combustible, nadie me había advertido que mi coche solía escupir parte del mismo por la boca del depósito, así que aquel simple proceso de llenado se convirtió de pronto en un suplicio cuando, como si diera de comer a un niño pequeño una papilla, éste me la escupía con horror poniéndome perdida. Mi tarde perfecta con mis amigas ya no lo era tanto. Aparte del importe del combustible, había destrozado unos zapatos carísimos, y mis manos y piernas desprendían un terrible olor a gasoil. ¿Quién iba a aguantarme aquella tarde con ese irresistible olor a furgoneta averiada?  Con ese aroma no solo espantaría a las avispas, también al resto de los seres humanos que se me aproximasen.

Me encaminé a pagar y aquello parecía Viernes 13 en real. No salia Jason con careta y cuchillo en la mano persiguiéndome, pero detrás de mi venía un señor de unos cincuenta y tantos, con visible cojera, y una cara forzada de felicidad, llevando una caja de naranjas en una mano, y una paleta de jamón en la otra, diciéndome que las naranjas eran de Valencia, que estaban muy, muy ricas y que solo costaban 6'95, y la paleta si la compraba junto a un pack de vino me salia a un precio de oferta fabuloso. "Llévatelo, llévatelo", decía con insistencia, "Hazme caso niña".

Aceleré hacia el edificio, pero el señor me salió al paso por algún atajo y esta vez, venía hacia mi con una lata de aceite "con denominación de origen muy rico" entre las manos, esbozando una sonrisa diabólica. Le esquive como pude y conseguí llegar hasta la caja a pagar.

Allí me atendió una chica muy maja, bueno, maja hasta que empezó a ofrecerme cosas sin parar. Primero un refresco para el camino; amablemente le dije que no, y entonces me sacó unos cupones de la Cruz Roja, preguntándome si quería colaborar llevándome uno de ellos, asegurándome que iba a tocarme. Volví a decir que no y ella insistió.

Me preguntó a continuación si quería ganar un millón de euros, que solo debía comprar un boleto de Súper Once que casualmente también podía ofrecerme. Ahí reiteré mi negativa con cierto agobio en la mirada, y aún así hizo intento final ya con la cara demudada y ojos de loca. Como en la saga de Crepúsculo, pensé que iba a morderme así que le compre dos rascas. Parece que aquello la calmó, y fue cuando debió entender que no conseguiría venderme nada más pues puso una cara de tristeza que casi se le saltan las lágrimas.

Mientras me entretenían aquella pareja de vendedores compulsivos, yo solo hacía pensar que estaba perdiendo allí un tiempo precioso, ya que debía volver a casa a quitarme el olor a gasoil y a cambiarme de zapatos, y que ya no conseguiría llegar a la hora convenida.

Al entregarle la Visa para que me cobrase, se creció nuevamente y reinició el ataque. Me empezó a preguntar si tenía una tarjeta de puntos o descuento. Le dije amablemente que tenia prisa, y que me cobrara, pero entonces ¡tachán! me ofreció una tarjeta de su empresa. Me aseguró que era una Visa normal como cualquiera, pero que aplicaba un descuento en las compras, etc., etc. Yo ya no estaba para oírla, a estas alturas pensaba: ¡Tierra, trágame!. Su compañero seguía agitando frascos, quesos y bolsas de legumbres tras de mi,  y casi medio llorando les dije que lo único que quería era pagar e irme. ¡Por favor...! insistí entre gimoteos. Pero no había acabado el show, como última propuesta me ofreció una tarjeta Repsol Mas por la que me hacían un descuento por litro suministrado en aquella estación de 3 céntimos. ¡¡¡Noooooo!!!


Fue cuando algo estalló dentro de mi cabeza; me entró un ataque de histeria. A duras penas logré sacar el monedero del bolso y en cuanto vi que llevaba dinero en efectivo para pagar, lo cogí como pude y se lo puse sobre el mostrador, casi tirándolo. Después, esquivé al compañero de la chica, y emprendí la carrera sobrecogida por el miedo. Antes de alcanzar la puerta oí decir a la cajera que se me olvidaba el vale descuento del Corte Ingles y las vueltas. Por no desandar el camino y arriesgarme a que me acorralaran e intentaran venderme alguna cosa más, le dije que no los quería, que para ellos para siempre. Tras de mis pasos por la pista iba el expendedor de la cojera y la sonrisa de loco con unos frascos de almendras y avellanas siguiéndome hasta el coche. Cuando llegue hasta allí y me vi en el interior, sentí un alivio, como si acabara de salvar la vida. Salí disparada de aquel sitio sin ponerme ni el cinturón.

Sobre el cristal aún se apreciaba el vaho del empeñado vendedor arrimado a la ventanilla de mi coche tratando de venderme alguna cosa. Cuando me alejaba creí oír alaridos y lamentos y hasta gemidos tras de mi. La tarde había sido de aúpa, terrorífica como un pasaje del terror versión gasolinera diabólica. Cuando me encontré con mis amigas, pensaban que había visto un fantasma de lo blanca que estaba. No sabían si ofrecerme un whisky doble, o una grajea de diazepán.

Unos días mas tarde en mi gasolinera de confianza, me explicaron las diferencias entre ellos y CAMPSARED, y entre otras cosas también me comentaron que el famoso vale del Corte Inglés, solo es descuento de 6 euros en compras superiores a 60, así como varias cosas mas, todo sin tratar de obligarme a comprar nada, por simple y pura cortesía.

Desde aquel día no he vuelto a acercarme por aquella estación, y procuro evitar la calle por si acaso. Con solo pensar lo que pase en aquel lugar se me ponen los pelos de punta y palidezco. Algo debe estar pasando allí, porque se comenta que cada vez va menos gente a repostar y alguno de los que lo hacen, nunca mas vuelven.



Una historia escrita por revoltosina el 19 junio 2012 21:46 - Adaptada por Anksunamun

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1 comentario:

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