COMPAÑEROS DE CAMPSARED



"Podeis decir lo que pensais de vuestros encargados, de los objetivos, de la venta activa, de los cursos, de Sumando valores, seguridad, promotores del cambio, sindicatos, y todo lo que querais. Hubo en tiempos un blog de un compañero en donde mucha gente dejó sus comentarios, hoy no existe y como alternativa nace CAMPSARED BLOG, para reunir a todos los que somos COMPAÑEROS DE CAMPSARED"

Este blog, como indica en la cabecera, originariamente fue creado por un compañero llamado EXPENDEDOR-VENDEDOR el 20 de noviembre de 2008 pero problemas técnicos le impidieron actualizarlo, lo que dio pie a la creación de esta segunda etapa renovada que es la que se abre a continuación.
Como aquel, mantiene la idea de tener una plataforma de comunicación, de reivindicación y sobre todo un medio de expresión para todos los trabajadores de CAMPSARED y de REPSOL, y a la que quedan invitados cualquiera de los trabajadores de EESS sean cuales sean sus marcas.

Bienvenidos todos a este foro de diálogo e información.

Recordar que si visitais esta página por primera vez, para conocer el contenido completo de este blog desde su nacimiento, deberíais comenzar por el antiguo blog pinchando en este enlace:

'www.campsaredsprint.blogspot.com'





14 de mayo de 2013

ABULIA

Después de un tiempo lejos de aquí, intento zambullirme nuevamente en el Blog, y una y otra vez, una marejada que viene de no se sabe donde, me saca del agua y me devuelve a la orilla desilusionado y sin fuerzas, al mismo sitio donde agonizan las caracolillas en paro, las tellinas descarriadas, y los cangrejos desahuciados por los pescadores furtivos.

Hoy no es un buen día. ¡Coño!, no hay buenos días desde hace varios años, desde que a los españoles nos despertaron unas sirenas de bombardeo que no sabíamos -ni a estas alturas conocemos-, quien empezó a tocar, pero que nos han cambiado la vida. Han destruido todo lo que había, han reducido a escombros las ilusiones de una generación (o varias). Han derribado de un bombazo el bienestar y la esperanza de futuro de varios millones de personas.

Las sirenas de la crisis no dejan de sonar ahí fuera, no sabemos cuando podremos salir de los refugios. Las explosiones suenan cada vez más cercanas, se intuye un largo duelo. Las trincheras semejan sepulturas.

Como quien no quiere la cosa, hemos pasado de vivir en un colorido 3D a deambular como Viggo Mortensen en La carretera, por un apagado y sombrío blanco y negro. Aunque Rajoy se asome en un plasma a color como el comandante supremo de una nave espacial, aunque sus subalternos vean brotes verdes sobre el suelo estéril de "marte", lo cierto es que no hay más verde esperanza que el que regaron las abundantes lluvias del invierno, ni otros brotes que los espárragos trigueros que enseguida han desvalijado los saqueadores de brotes verdes sin ánimo de lucro.

Desde la orilla, sentado con el culo a remojo, no se si de canguelo o de tristeza abúlica, las despiadadas noticias de la actualidad, me dejan ausente y apesadumbrado, como un atún en un acuario. Repsol es un buque que cruje, parece que no se vaya a hundir. Tuvo unas cuantas vías de agua pero los sindicatos salieron al rescate, o al menos se han apuntado el tanto de cuidar nuestros intereses y salvarnos la vida de todos los peligros que nos acechaban. Parece que frenaron los subarriendos, que son como desahucios laborales, en los que el trabajador ni pincha ni corta, ni es culpable, ni le dejan ser víctima, ni en su mano está resolver nada.

Sin embargo, todo tiembla y se abate alrededor nuestro. La televisión y la prensa, son una crónica de la "gran depresión", ¿Cuántas personas inocentes van a pagar la sinrazón de unos economistas sin entrañas?, ¿Cuántas familias más van a sufrir la lentitud de una burocracia antisocial, que no entiende que las facturas y las letras no esperan?. ¿Cuánta gente más puede sumarse a este desastre sin que los políticos resuelvan las necesidades más básicas y encuentren una solución inmediata?

Desde mi orilla, zarandeado por la olas de un planeta convulso, me es difícil volver a entrar en este mundo marcado por la rivalidad, por demostrar qué partido político es más admirable, y que sindicato la tiene más larga. Tal como están las cosas, parafraseando a Humphrey Bogart en Casablanca "los problemas de dos pequeños seres (Léase: Los ciudadanos) poco importan en este loco mundo". He llegado a la conclusión, de que la supervivencia es lo principal, los sindicalistas y los políticos te informan interesadamente, pero sus palabras embriagadoras tienen efectos secundarios, y son tan, tan dulces que empalagan, y engatusan a veces, consiguen votos, y ganan elecciones, pero, ¿Sin nuestro voto valdríamos algo en realidad? ¿Mereceríamos su atención?

Los partidos políticos debaten de semana en semana lo que nos conviene a todos. Y nunca hay prisa, hay que discutir todo con calma y por acuerdo. Los sindicatos, por lo que he visto hacen lo mismo, y si se mojan lo hacen con precaución metiendo como mucho los pies. Hablan de "arreglarlo" a la larga, como si hubiese muchos años por delante, como si las negociaciones fuesen legados para dejar a otra generación. Al menos con la disputa sindical la gente no pasa hambre, no tiene que rebuscar en los cubos de basura, no tiene que suplicar ayuda de asociaciones y familia; podemos equipararlos a una larga teleserie que deambula por nuestras vidas repitiendo los argumentos. Los sindicatos por lo que se vé, tienen todo el tiempo del mundo, ¿Para qué darse prisa?. Los derechos laborales no mitigan el hambre como si fueran bocatas de jamón, son solo el postre, ¿Y qué importa si nos quitan la guinda?
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4 de mayo de 2013

LA ESTACION DEL TERROR.

Por revoltosina

Un día salí de casa en dirección al cine, había quedado con unas amigas para ver en 3D una de las múltiples secuelas de Viernes 13. No era ni martes (por aquello del no te cases ni te embarques), ni viernes, ni tampoco era 13, pero lo que no podía imaginar era lo terrorífica que iba a resultarme la tarde.

A los 5 minutos de viaje mi primer susto: la luz de la reserva se enciende. Como mi estación de confianza estaba en dirección opuesta decidí repostar en la primera gasolinera que encontré. De haber visto Psicosis la semana anterior, en vez de Mamma mía, como insistieron mis amigas, nunca se me hubiera ocurrido detenerme en aquella gasolinera solitaria.

Era una estación de servicio bastante grande, de la marca Repsol, la misma que mi estación de siempre, así que, pensé que aquello era una garantía, y que me tratarían de la misma manera, o como en los anuncios de la tele, que sale un chico muy majo a atenderte, con una sonrisa y un trato excepcional.  No sabía muy bien donde me estaba metiendo. Si la vida tuviera banda sonora, los golpes siniestros de piano me hubiesen advertido de mi error.

Como en toda peli de miedo, siempre hay una tonta que se adentra donde no la llaman: Ésa era yo, confiada, me llamó la atención un cartelito en el que regalaban 6 euros para el Corte Inglés. Fantástico.  Explicaban que debía repostar un mínimo de 30 euros, y me dije que no había inconveniente, ya que mi idea era llenarlo.

Mi primer problema fue que la estación funcionaba en autoservicio, y por tanto nadie salió en mi ayuda, ¿Dónde estaba el chico majo de la tele que hasta te saca el café al coche?. Primera decepción.

Después de diez minutos espantosos conseguí llenar mi 205. Como siempre me habían echado el combustible, nadie me había advertido que mi coche solía escupir parte del mismo por la boca del depósito, así que aquel simple proceso de llenado se convirtió de pronto en un suplicio cuando, como si diera de comer a un niño pequeño una papilla, éste me la escupía con horror poniéndome perdida. Mi tarde perfecta con mis amigas ya no lo era tanto. Aparte del importe del combustible, había destrozado unos zapatos carísimos, y mis manos y piernas desprendían un terrible olor a gasoil. ¿Quién iba a aguantarme aquella tarde con ese irresistible olor a furgoneta averiada?  Con ese aroma no solo espantaría a las avispas, también al resto de los seres humanos que se me aproximasen.

Me encaminé a pagar y aquello parecía Viernes 13 en real. No salia Jason con careta y cuchillo en la mano persiguiéndome, pero detrás de mi venía un señor de unos cincuenta y tantos, con visible cojera, y una cara forzada de felicidad, llevando una caja de naranjas en una mano, y una paleta de jamón en la otra, diciéndome que las naranjas eran de Valencia, que estaban muy, muy ricas y que solo costaban 6'95, y la paleta si la compraba junto a un pack de vino me salia a un precio de oferta fabuloso. "Llévatelo, llévatelo", decía con insistencia, "Hazme caso niña".

Aceleré hacia el edificio, pero el señor me salió al paso por algún atajo y esta vez, venía hacia mi con una lata de aceite "con denominación de origen muy rico" entre las manos, esbozando una sonrisa diabólica. Le esquive como pude y conseguí llegar hasta la caja a pagar.

Allí me atendió una chica muy maja, bueno, maja hasta que empezó a ofrecerme cosas sin parar. Primero un refresco para el camino; amablemente le dije que no, y entonces me sacó unos cupones de la Cruz Roja, preguntándome si quería colaborar llevándome uno de ellos, asegurándome que iba a tocarme. Volví a decir que no y ella insistió.

Me preguntó a continuación si quería ganar un millón de euros, que solo debía comprar un boleto de Súper Once que casualmente también podía ofrecerme. Ahí reiteré mi negativa con cierto agobio en la mirada, y aún así hizo intento final ya con la cara demudada y ojos de loca. Como en la saga de Crepúsculo, pensé que iba a morderme así que le compre dos rascas. Parece que aquello la calmó, y fue cuando debió entender que no conseguiría venderme nada más pues puso una cara de tristeza que casi se le saltan las lágrimas.

Mientras me entretenían aquella pareja de vendedores compulsivos, yo solo hacía pensar que estaba perdiendo allí un tiempo precioso, ya que debía volver a casa a quitarme el olor a gasoil y a cambiarme de zapatos, y que ya no conseguiría llegar a la hora convenida.

Al entregarle la Visa para que me cobrase, se creció nuevamente y reinició el ataque. Me empezó a preguntar si tenía una tarjeta de puntos o descuento. Le dije amablemente que tenia prisa, y que me cobrara, pero entonces ¡tachán! me ofreció una tarjeta de su empresa. Me aseguró que era una Visa normal como cualquiera, pero que aplicaba un descuento en las compras, etc., etc. Yo ya no estaba para oírla, a estas alturas pensaba: ¡Tierra, trágame!. Su compañero seguía agitando frascos, quesos y bolsas de legumbres tras de mi,  y casi medio llorando les dije que lo único que quería era pagar e irme. ¡Por favor...! insistí entre gimoteos. Pero no había acabado el show, como última propuesta me ofreció una tarjeta Repsol Mas por la que me hacían un descuento por litro suministrado en aquella estación de 3 céntimos. ¡¡¡Noooooo!!!


Fue cuando algo estalló dentro de mi cabeza; me entró un ataque de histeria. A duras penas logré sacar el monedero del bolso y en cuanto vi que llevaba dinero en efectivo para pagar, lo cogí como pude y se lo puse sobre el mostrador, casi tirándolo. Después, esquivé al compañero de la chica, y emprendí la carrera sobrecogida por el miedo. Antes de alcanzar la puerta oí decir a la cajera que se me olvidaba el vale descuento del Corte Ingles y las vueltas. Por no desandar el camino y arriesgarme a que me acorralaran e intentaran venderme alguna cosa más, le dije que no los quería, que para ellos para siempre. Tras de mis pasos por la pista iba el expendedor de la cojera y la sonrisa de loco con unos frascos de almendras y avellanas siguiéndome hasta el coche. Cuando llegue hasta allí y me vi en el interior, sentí un alivio, como si acabara de salvar la vida. Salí disparada de aquel sitio sin ponerme ni el cinturón.

Sobre el cristal aún se apreciaba el vaho del empeñado vendedor arrimado a la ventanilla de mi coche tratando de venderme alguna cosa. Cuando me alejaba creí oír alaridos y lamentos y hasta gemidos tras de mi. La tarde había sido de aúpa, terrorífica como un pasaje del terror versión gasolinera diabólica. Cuando me encontré con mis amigas, pensaban que había visto un fantasma de lo blanca que estaba. No sabían si ofrecerme un whisky doble, o una grajea de diazepán.

Unos días mas tarde en mi gasolinera de confianza, me explicaron las diferencias entre ellos y CAMPSARED, y entre otras cosas también me comentaron que el famoso vale del Corte Inglés, solo es descuento de 6 euros en compras superiores a 60, así como varias cosas mas, todo sin tratar de obligarme a comprar nada, por simple y pura cortesía.

Desde aquel día no he vuelto a acercarme por aquella estación, y procuro evitar la calle por si acaso. Con solo pensar lo que pase en aquel lugar se me ponen los pelos de punta y palidezco. Algo debe estar pasando allí, porque se comenta que cada vez va menos gente a repostar y alguno de los que lo hacen, nunca mas vuelven.



Una historia escrita por revoltosina el 19 junio 2012 21:46 - Adaptada por Anksunamun

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1 de mayo de 2013

MAYO 2013, comentarios

Para leer los comentarios del mes anterior (abril) pincha aquí


NOS HA JODIDO MAYO, 
Y SI NO, 
AL TIEMPO

En cuanto se empiece a mover la gente, nos lloverán las prisas por vender, por captar clientes, por establecer nuevos récords, por ser los primeros de la cartera.

Va a empezar a llover de lo lindo.

20 de abril de 2013

¿HE DICHO CRISIS?

Cada viernes o sábado, se da el pistoletazo de salida, y la crisis se queda sóla en casa, alimentada únicamente por los diarios y las noticias de la tele, mientras la gente forma caravanas en todas las salidas, como si trataran de escapar del desastre, como si padeciesen pánico nuclear. La escapada del finde, es un Ibuprofeno que le metemos a la vida, un placebo que hace olvidar las penas, y la ruina, y que como las fotos de los niños, sólo aparece cuando abrimos la cartera y entre Pablito y Laura, emerge el rostro sonriente de la crisis, advirtiéndonos que hay poca liquidez, que andemos cautos, que no está la cosa para bromas.

Eso deben pensar los que repostan, aunque tengan un coche que cuesta más que mi hipoteca, "Ojito, no te pases", debe chistarles la Blackberry, y ellos juiciosos, y obedientes, repiten NO y que NO, con tanto aplomo que ya hubiese querido mostrar Pedro, cuando le interrogaron por Jesús, el nazareno.

La gente ha aprendido a decir que no. Se cuadran y no hay forma,  tienes que andar bien listo, para que no te vendan ellos algo a ti. Se comportan como un ligue difícil, se acabaron las fórmulas de siempre, se han vuelto estrechos, y es laborioso llevártelos al huerto. La 'cópula', supone un éxtasis muy raro de lograr, me refiero a una venta buena, del que se lleva varias cosas sin remordimiento y sin aprecio, como si fueras un perista que le ofrece unas gangas imposibles de rechazar. Esos clientes, han pasado a la historia, se los comió la crisis de un bocado a las primeras de cambio; después lanzó un eructo para que pudiésemos al menos venderles algún frasco de almendras.

Con este panorama, el de que hay mucho ruido (o coches), pero muy pocas nueces o ganas de comprar, nos enfrentamos cada día comprendiendo el problema, pero dejándolo de un lado, por que a nosotros, si comen nitos fritos nos da igual, lo que queremos es que se dejen si es posible el sueldo entero y parte de la paga en loterías o en caprichos para que el encargado nos haga unas caricias en el lomo diciéndonos lo buenos que somos.

Cada fin de semana la gente sale, si, y en masa, con coches estupendos y hasta ropa de marca fantástica y carísima, pero en el fondo, la cartera que llevan es la de un mochilero que se come un bocata bajo la sombra de un olivo. Le han puesto las cadenas y la conciencia no les deja meter mano y gastar con alegría. Y los taimados charlatanes de las gasolineras se las ven y se las desean para arrancarles unas monedas en caprichos del paladar. Por que además, todos los que viajan tienen sus padres o sus suegros, o una parcela que, como el cuerno de la abundancia, da de todo, melones, aceitunas, espárragos y hasta jamones más ricos que los nuestros. ¡Qué no tendrán allá en los pueblos que quiera yo venderles a precio de gourmet!

Con la crisis, la gente ha vuelto a los valores que tenían sus abuelos, austeros en los vicios, cicateros en los gastos superfluos, pendientes como nunca de ahorrarse centimillos, "¡Que cara teneis la gasolina! En Argamasilla de Calatrava cuesta la mitad" ¡Vaya por Dios!, pero no estás en allí, ni en Huelva, ni en La Manga, sino en la agreste  llanura burgalesa, ¡Qué le vamos a hacer! ¿Le cobro?
No, que no, que no me llevo nada te replican, y ¿no regalais algo? añaden.  Si hombre si, besos y abrazos, ¿qué más quieres, abrazos gratis, y palabras de amor si es que te llevas un lote de Sps?. Las invitaciones pasaron a la historia, y no hizo falta reformar nada, fue un acuerdo tácito: los regalos en casa, y por tu cumpleaños. Eso si,  ofréceles una tarjeta con descuento o algún cupón de ahorro, que andarán bien despiertos para que les apliques la rebaja al día siguiente sin faltar. ¿Le pongo un...?, que no, que no, pero ¿Me has hecho el descuento? ¿Y usted ha hecho el gasto que me demandan? Pues no hay descuento leches, me dan ganas de contestarles, pero luego me ablando, "Si hombre si, te he quitado los treinta céntimos, puedes dormir tranquilo. Venta tira..."

Estamos apañados, cada vez que entra un cliente por la puerta, aquello es como un duelo, se ralentiza el movimiento, nos miramos, yo disparo mis ofertas verbales, y el cliente sus pretextos, que si, que no, que caiga un chaparrón con azúcar y turrón. Generalmente  éste se marcha, y el que se queda remojado y chorreando desconsuelo soy yo. Otro que se me escapa, otro que no me compra, Santa María de la Crisis no me quiere, ¡Virgencita, virgencita, que se rompa la racha! Quiero ser productivo para que me den un azucarillo con mi próxima nómina.
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