Hacía calor. En la calle 2, un niño regordete me observaba tras la luna del coche mientras su madre repostaba. Otra que tal, que me miraba como si nunca hubiera visto un barbudo con gorra y chandal fosforito, como si me conociese de algo. ¡Que no señora, que no soy ningún famosete friki de la tele, hijaputa fisgona!. ¡Mire usted el boquerel, o el contador, que le va a rebosar el combustible hostias!
Yo encima -sin duda por los nervios, o acaso la emoción-, tenía dificultades en el repostaje. El gatillo saltaba una y otra vez, y hasta un listillo de la calle 4 se atrevió a sugerir: "¿Quieres que te ayude chaval?". ¡Joder que gente más metomentodo! "No, no, si ya va, ya funciona... gracias", cacho cabrón, cotilla, ponte a mirar los culos de las tías como hacemos el resto y déjame tranquilo, pensé.
Mientras tanto, mal que bien, aquello iba hacia arriba. Veinte, veinticinco, treinta euros...
El chándal, que como digo, ya era antiguo, me estaba un poco estrecho, y se me metía por el culo, lo que aún me atacaba más los nervios. Tenía que estar sacándome el elástico, como Nadal, cada vez que notaba una molestia o que pasaba la decena el contador de litros. Era un picor nervioso. Un grupo de mujeres en un Mini amarillo se apostó detrás, y de reojo las observaba echarse unas risillas a mi costa.
Por fin escuché el clic, 47 €, apuré lo que pude, clic, clic, hasta que rebosó la gasolina por la boca, ¡cojones!, ¡Menudo charco!. Colgué deprisa la manguera, di una zancada y ¡cataplún! al suelo; con las prisas pisé la mancha de grasa y aquellas zapatillas Poma resbalaron desollándome la rodilla contra el cemento. ¡La puta, qué dolor!. El grupo de mujeres se desternillaban las muy perras, y el niño gordo daba palmas con las orejas, menudo cabroncete, no reventara por el colesterol, no.
Joder, ahora estaba medio cojo, con la rodilla descarnada, apestando a gasolina, y toda la pista me miraba como si fuera el puto Justin Beaber. ¿Qué hacer?, tragué saliva. Era ahora o nunca.
Arrastrándome como pude llegué al extremo del volante. Mi pulso estaba dislocado como si viera aproximarse unas abejas asesinas o me estuviera persiguiendo con un hacha el asesino de Viernes 13 ¡Venga, ahora!
Me introduje en el coche y arranqué como si llevara en mis manos un Formula 1, ¡Brrrmmm!, de 0 a 100 en tres segundos. Las ruedas rechinaron sobre la pista levantando una humareda negra, y un penetrante olor a goma chamuscada que dejó obnubilados a toda aquella panda de pazguatos. ¡Qué pasa mamarrachos! ¿Qué pensabais que no me iba a atrever?. ¡Ja!, pensé mientras los observaba por el retrovisor, ¡chúpate esa!
Profesional de las fugas en pleno extasis (Campsared Blog) |
En definitiva, perdí el vehículo, el dinero, los cabritos de la BP me denunciaron, tuve que pagar la factura del lavado, trescientos euracos por intento de fuga, y encima, el día del juicio, allí estuvieron aquel selecto grupo de hijos de puta haciendo de testigos; el niño gordo y la pinche de su madre, el chuloputas de la calle 4, y las cuatro cabronas del coche de detrás que se meaban de risa escuchando mi relato.
Mientras dictaban la sentencia, repasaba en mis pensamientos cual había sido el fallo de aquel perfecto y escrupuloso plan, ¿Los pantalones de chandal fosforito?, ¿Las zapatillas que no eran Puma sino Poma?, ¿Las prisas?, ¿El cenizo del niño gordo?
Ultimamente las cosas no van bien. No he podido arreglar el coche, ahora voy en bicicleta al trabajo. También me he acostumbrado a ver la tele como si todos fueran hijos pequeños de famosos, con la cabeza pixelada, y además mis vecinos se han enterado y no quieren hablar conmigo, ni cruzarse siquiera en el portal. Las mujeres se recogen la falda y corren con los críos cuando me ven andando por la calle, como si fuera a cepillármelos a todos, como si estuvieran ante el asesino del gancho, me miran y murmuran: "Se lo que hiciste el último verano". Mi mujer desde entonces lleva una máscara de anonymous cuando sale al supermercado, y a mis niños los llaman en el cole "los hijos del Lute". En el bar me piden el dinero por delante, y hasta un canalla me ha borrado el nombre del buzón y ha puesto encima: "Aquí vive el primo de Bárcenas"
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Antes de leer este relato deberías dirigirte a FÚGATE (1ª Parte) y leer el principio de esta historia.
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