Septiembre, comienzo del curso escolar, pero nosotros a lo nuestro, vender, vender y vender, como si nos fuera la vida en ello. ¿Cuántas palmeritas llevais, cuántos vaper, cuántas SP y cuántos estuches de colores habeis vendido, cuántos Disney? Todos los días la misma cantinela, por la mañana y por la tarde, cuanto, cuanto, cuanto. Es esa forma sutil de darnos un empujoncito (que no una palmadita), ese posarnos la mosca cojonera en la oreja para que recordemos que hay que esforzarse más. Pero también están los check list, y la cantidad de papeles que hay que rellenar por si llega la auditoría y nos suspenden. Cada día nos entretienen más con idioteces para que una vez al año que viene el auditor acaricie esas hojas con la palma de la mano, o como mucho entretenga un segundo su pulgar haciendo correr rápido el fajo de folios que hemos tenido que rellenar con esfuerzo, sacando tiempo de donde no lo hay, a lo largo de trescientos sesenta y cinco días.
¡Y a los clientes que les den morcilla! Ah no, que hay que multiplicarse y abarcar como Dios cientos de cosas, tocar todas las teclas, como pulpos, como humanoides que todo lo soportan.
Este año, dicen que se ha dado de baja mucha más gente que nunca por problemas psicológicos, por estrés, y no me extraña, exigen de nosotros más de la cuenta, la mayoría de las veces no se cubren las bajas y tenemos que hacer malabarismos con jornadas partidas, o trabajando solos. Eso es desatender al cliente, y la culpa no es nuestra, aunque llegue el Jefe de Zona y nos endiñe toda la responsabilidad por que no hay tornaditos hechos, o por que hay papeles por la pista. ¡Señor, ya no podemos más! Los contratados para las vacaciones ven pronto el percal y huyen despavoridos, pocos han cumplido satisfactoriamente con su periodo de suplencias. Cada vez será más difícil encontrar gente para trabajar en esto. Los antiguos tenemos la piel dura, encallecida por los años y lo aguantamos todo, pero reconozcámoslo, este es un trabajo de mierda y está muy mal pagado. Tienes que tragar sapos y culebras, trabajar como un negro (que se decía antes), doblar el espinazo, pasar horas de pie, en tensión, para que no se escapen (que se escapan, y más que nunca, los coches sin pagar), vender y al mismo tiempo sonreir como si el cebollino que nos están metiendo por el culo fuera de nuestro gusto.
En fin, comienza el año laboral y nos toca coger aire, a partir del día nueve vuelve la marabunta, los niños empiezan con el cole, y nosotros multiplicamos el trabajo. Brindo por que aguantemos la que se nos viene encima, somos duros, pero somos humanos, nuestro esfuerzo debe tener un límite. Que así sea, podeis ir en paz.