
Siento empatía con los seres distintos, con los parias, con los raros, con los que están al otro lado de grupo dominante, con los que calzan chanclas en invierno, con los que buscan y no encuentran, con los que ya dejaron de buscar, con los que encuentran cosas que no quieren, con los azules y los verdes, con los de aquí y con los de allá, soy como aquel anuncio fantástico de la
Coca-cola: "Para los gordos, para los flacos, para los altos, para los bajos...", cuando escribo, 'braceo' no lejos de la orilla, pero enseguida descubro algún molusco raro, alguna piedra, o algún extraño pez que me cautiva y me hace sumergirme en otras aguas. Debe ser una vena marginal que a veces sale y me domina, por que en el fondo, soy verde, soy azul, soy raro, busco cosas, y calzo chanclas en invierno.
Por lo tanto, y entrando en el asunto, me asocio a causas variopintas, agridulces y antagónicas. Centrándome en el tema, últimamente siento algo de pena, y no sin cierto disimulo, por que la causa puede chirriar un poco, con los viciosos o enviciados trabajadores que fuman dentro de nuestra empresa, y a quienes quiero dedicar unas letrillas.

Todos aquellos que anhelaban tocar y oler las cajetillas de tabaco, deleitarse inhalando los aromas profundos y deliciosos de un cigarrillo entre sus manos, pronto podrán darle a su cuerpo alegría, Macarena, por que el líder mundial del vicio (En dura competencia con el sexo, todo hay que decirlo), volverá a recalar en nuestras tiendas, como el retorno del maná más preciado llegado de las indias (occidentales).
En pocos días van a colocar máquinas para vender tabaco en las gasolineras. Volveremos a recibir los portes en cajas de cartón, como alijos valiosos, despidiendo ese aroma casi libidinoso de las cosas prohibidas, y en los momentos de bajón, esos que fuman, harán parada técnica para meterse un chute salvador y relajante, y ese analgésico coexistirá allí mismo con las lentejas y naranjas, 'contoneándose' como un bello espejismo ante la vista lujuriosa de los fumadores.
Sin embargo, aunque la droga esté a la vista y a su alcance, su consumo será un penar continuo, seguirán ocultándose como bandidos en la noche, en los rincones detrás de la estación, bajo la marquesina, por detrás de aquel árbol, tras la cámara frigorífica, escondidos entre las cristaleras del lavado, encerrados en el servicio como si hicieran sexo solitario, lejos de su amigos, de los jefes, escondidos de la mirada de los niños, fuera de bares, de tiendas, de autobuses, separados de todos, -" No te acerques a ese, que fuma, te puede contagiar" -.

Los fumadores van a ser los proscritos del siglo XXI,
- "Pueden pasar todos ustedes menos las personas que fuman. Los fumadores a la calle" -
- "Yo soy un pederasta, pero no fumo" -
- "Entonces pasa" -
Los fumadores ya no podrán hacerlo en parques infantiles, ni en el zoo, ni en los recintos de atracciones, ya no podrán hacerse interesantes en la barra de un bar de copas, mirando fijamente y expulsando en anillos el humo de su boca.
Los fumadores serán enfermos insalvables, personajes marcados, excluidos de nuestras casas, de nuestros restaurantes, de nuestras tiendas y mercados, la gente los señalará con el dedo:
- "¿Ves a ese?, pues es un fumador" -
- "¡No jodas!, Vámonos, no quiero morir joven" -
Los fumadores acabarán viviendo en guetos, separados del resto de los seres humanos, sin trabajo, sin familia, acabarán llevando brazaletes que les identifiquen en la manga de sus abrigos.
Esta ley es el fin para la especie que un día dominó el mundo. Como los dinosaurios, caerán bajo la fuerza de un meteorito pavoroso que es esta
Ley Antitabaco.
Eso si, hasta entonces podrán comprar las cajetillas también, en las gasolineras.
Suerte fumadores, el apocalipsis ha llegado.
Es broma...