Multinacionales... grandes transatlánticos manejados a veces por capitanes eficientes, y otras veces por grumetillos que acaban de ascender al puesto y se creen los reyes del mambo ( y hasta del mundo).
Nuestra nave es un crucero de alta gama, una nave fuera de serie, el ferrari de los mares. Y ha sido capaz de capear las tempestades gracias en parte a que, quien tuvo retuvo, pero también, a un grupo de profesionales que ha trabajado duramente en la sala de máquinas: nosotros, osea, los expendedores.
A las órdenes de diferentes capitanes, y casi con más suboficiales que marineros propiamente dichos, hemos tenido que cambiar el motor diésel (estropeado durante el vendaval, llamémosle crisis económica) por el antiguo sistema de remos. Imagináos, parecíamos condenados a galeras sudando tinta china para avanzar las millas exigidas. Incluso a veces, nos tocaba apencar con el doble de esfuerzo, porque algún compañero de remo se iba de vacaciones o bien se ponía enfermo, etc. La vida de un galeote -aunque sea asalariado- nunca ha sido fácil.
Lo malo no era remar. Eso, se nos acabó dando bien, pues adquieres musculatura, buen lustre, y además, pegarle palos a las 'sardinas' resultó ser hasta adictivo (hablamos de la "venta activa"). Lo molesto del asunto era que cada vez que sustituían al capitán, daba la sensación de que cambiaba el rumbo, más que nada por los vaivenes del barco que nos hacían echar a alguno la papilla (literal), o bien caernos al agua, no pudiendo volver a bordo. A veces de forma voluntaria.
En realidad, el capitán cambiaba el rumbo para hacer notar su presencia, para significarse, para que enarbolásemos las velas o el timón con rabia, y remásemos con bravura, porque en verdad, siempre que asomamos la cabeza por el ojo de buey cotilleando la carta náutica, comprobábamos que la ruta era la misma. Pese a las rectificaciones venidas de la comandancia, se trataba de hacer disimuladamente el mismo recorrido, osea, llegar al puerto más rentable tanto para el barco como para los beneficios de quienes invertían en el viaje. Siempre igual.
Nuestro puesto implica -para el que se quede-, recibir de cuando en cuando algún bizcocho con vino que nos endulce el ánima y nos calle la boca. Y el resto de ocasiones, ron. Ron, ron, la botella mensual de ron cada día 20, pero nada de meter mano al cofre del muerto, para eso está la naviera. Y por supuesto, nada de protestar. Porque amotinarnos es delito, y tampoco queremos que se dude de nuestra entrega, al fin y al cabo somos marineros, pero no como los Pinzones, que eran unos... marineros agradecidos, les viniera la suerte de cara, o por el culo. Nosotros somos marineros profesionales, que sabemos por donde viene el viento, y hacia donde tenemos que escupir.
Hay opciones por supuesto, y una de ellas pasa por dialogar con el del látigo para que no golpée tan fuerte o incluso que descanse de cuando en cuando, pues es lógico pensar que heridos, no podremos remar tan fuerte como si estamos en plenas facultades. Eso no quita que el del tambor retumbe los oídos con la misma canción de "venta-venta" un día tras otro.
Algunos compañeros, pese a que les fustigan y azuzan tanto o más que a nosotros, nos dicen convencidos, que nos lo merecemos por vagos, por herejes, y por blasfemos. En su locura, que es desatino de largas travesías, como lo pueda ser el escorbuto o las fiebres, creen que su capitán es Dios presente y encarnado, y que su juicio es infalible, como el del Papa. También aseguran que a ellos les reservan los mejores puestos del barco... se refieren a los camarotes de abajo, los más aislados, sin darse cuenta de que son los que están al pie la sentina, donde van siempre las meadas, y que además desde ellos tardas mas en salir, caso de que algún día el transatlántico, el crucero o la fragata -depende del nivel- se vaya al fondo del mar, matarile, rile, rile, donde nadie pueda encontrarlos.
Matarile, rile, ron, el caso, es que nadie quiere echarse al agua por diversos motivos. Entiendo que el que pueda pilotar un avión no necesitará remar ni ganas que tendrá de quemarse al sol (por que lo cierto es que te quemas), pues no le faltarán ofertas de compañías aéreas comerciales, acolchadas sobre una nube de algodón de azucar que les permita ver de lejos las penurias económicas del resto, disfrutando siempre del dulce sabor de la vida. A ellos les agradezco su compañía diaria, porque pudiéndo largarse, no lo han hecho.
En plena tormenta perfecta, conformada la ciclogénesis mas explosiva, la que revienta los bolsillos y la moral, nos ha tocado remar más fuerte, con más brío y exigencia, pidiéndonos bogar a 20 golpes por minuto, alentados por latigazos, por amenazas, por molestos tambores para que como poco lleguemos a las 10 bogadas, que es harto exagerado para cualquier remero del montón. Alguno sobrepasa esa cifra, es normal, tanto menear el remo nos ha convertido en unos mulos, unas malas bestias que trabajan con anteojeras para no errar la dirección, pero no somos Popeyes, salvo en algunos casos en que el cerebro se ha vuelto una espinaca, y ya solo responde al vinagre y a la sal.
Los que no tiramos la toalla, en ocasiones bogamos al borde del desfallecimiento , y nos marcamos bailes imposibles, no por seguirle el juego al nuevo capitán que como todos trae ganas de mambo y cha-cha-cha, sino porque sabemos que, de no remar -o no bailar con ritmo- el barco se hunde.
Pero para la siguiente tormenta, por favor, que apañen un motor diésel ajustado de precio (el último, aunque sofisticado y vanguardista, tenía un coste excesivo de mantenimiento, tal vez fuera la junta de culata o el carburador, pero costaba dios y ayuda llevar la marcha), porque corremos el riesgo de que, viendo venir el panorama, las nubes, o un simple cielo gris, pensando en que nos toque remar de nuevo contra el viento, nos arrojemos por la borda con un corte de mangas, y lo dejemos hundirse a lo Titanic , gritando en este caso si, como Pinzones "¡marica el último!", antes de huir para embarcarnos en otros buques más ligeros y navegables, o incluso botar nuestra propia gabarra, que para darle machaque a los riñones, nada como remar para uno mismo.
¡Ah!, qué bonito es remar sin preocuparse (Campsared Blog) |
ESO SI, NO OLVIDES SEGUIR EL RITMO
Un relato de Vendedor Activo - Adaptado por Anksunamun
Fenomenal, como siempre, ANKSUNAMUM. Muchas gracias.
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