Es curioso, en los últimos meses las manifestaciones se suceden como las olas de una marejada. Las capitales de provincia sufren, un día si y otro también, una epidemia de malestar que empuja a colectivos del más variado acento a salir a la calle con sus bocinas, sus pancartas, sus pasquines reelaborados, y su ilusión por cambiar las cosas. Ya no somos un país de pandereta, desde hace un tiempo, somos los líderes en protestas ciudadanas, exportamos la
spanish revolution, una versión en serie B de las revueltas árabes. La 'marca España' como símbolo de protesta, ha llegado a ser más famosa que la paella o la tortilla de patata.
Ha habido manifestaciones en todos los sectores; en realidad, más fácil que enumerar
los protestones, sería citar a los tres o cuatro que no han hecho huelga o no han manifestado descontento, ¿Tal vez los curas?, ¿Los militares o los guardias civiles?. No sé, no tengo claro si las declaraciones del
obispo de Alcalá de Henares contra los gais, o las siempre polémicas palabras del Ilustrísimo señor Munilla pueden considerarse quejas del colectivo religioso o salidas de pata de banco de los personajes.
Los militares y los guardias siempre rumian alguna queja entre dientes, y últimamente si los arrimas a la frontera catalana enseguida les hierve la sangre, de modo que es mejor alejarlos cuando menos a Zaragoza, para que bramen en las comidillas cuarteleras, mientras con los prismáticos vigilan que no haya movimientos sospechosos de tropas del Ebro para arriba.
¡Ya está!, hay un colectivo al que no he visto silbato en mano, agitando banderolas y entonando críticas rimadas contra la situación de este país (Y no han sido las monjas, pobres, que las Hijas de la Caridad de Espinardo en Murcia, salieron como agustinas, a pedir que parasen los desahucios); son
los políticos, los únicos que no han salido a protestar.
Los políticos son el colectivo más convencido de que poner patas arriba la legislación laboral, meter tijeretazos aquí y allá, y acabar con la sociedad del bienestar, es lo único que se podía hacer para salvar a este país. Ni siquiera los abnegados diputados de Castilla-La Mancha, castigados sin sueldo, han dicho -almas de dios- ni esta boca es mía tras
lo decidido por Cospedal.
Los políticos son los únicos que no se sienten perjudicados, o vejados, o agredidos, o menospreciados con las leyes; ellos tan panchos mientras puedan jugar a Apalabrados, y disfrutar de buenas dietas y entradas VIP al futbol o a los toros. Ellos en paz, como ciudadanos ejemplares que son, 'recortando' por lo sano pero alegres, sin protestar por nada. En Cataluña por ejemplo, se preocupan de organizar 'la independencia', como si la crisis no les incumbiera, como si el problema económico fuera agua pasada.
Los políticos no protestan jamás, no salen en cuadrilla pidiendo que les suban el sueldo, alegando que no llegan a fin de mes. Los políticos no hacen huelgas de hambre, ni se encadenan en la puerta de ningún ministerio, ni organizan acampadas para protestar por la crisis o por la reducción de personal en oficinas. Los políticos son el colectivo más feliz, ¿Por qué será?. Siempre me ha intrigado este asunto.
Presumen de ganar poco, de tener grandes problemas que resolver. Algunos, de no parar en casa; entonces, ¿Ser político alarga el pene o endurece los glúteos, o tienen alguna otra ventaja inconfesable y benéfica?. Por que está claro, que irse, no quieren irse; su escaño o su sillón, es el único sitio al que estarían dispuestos a encadenarse de por vida. ¿Entonces?: Misterios para Cuarto Milenio. No estaría mal que Iker Jimenez les dedicara un monográfico, y dada su situación vocacional (la de los políticos) alguno se presentara voluntario para diseccionarlo, como al extraterrestre del Area 51, a ver que tienen los políticos en las entrañas, no vaya a ser que sean ciber-robots fabricados por Microsoft, y por eso no sufren ni padecen las penurias del resto de la gente.
Me he perdido en divagaciones. Lo cierto es que el misterio de los 'políticos alegres' siempre me ha interesado, pero es que ahora, como si fueran terminators de 3ª generación, han perdido los sentimientos, tienen su hoja de ruta, su "misión" que cumplir, y el sufrimiento de los ciudadanos se la repampinfla, no están dispuestos a ceder.
Nunca más que ahora, ha habido juntas tantas manifestaciones populares, en Madrid dicen que 13 cada día; si en Burgos hubiera habido 13 manifestaciones diarias, la Catedral ya se hubiese derrumbado por el jaleo.
Pero hete aquí, que en los últimos tiempos, los políticos se han vuelto sordos y ciegos, o sencillamente, pasan de todo: Dos huelgas generales, treinta y siete mil protestas callejeras, varios miles de dramas, y aquí no se ha dado ni un paso atrás, no se ha movido ni una coma, no se ha enmendado ni un recorte. Los políticos asumiendo papel de estatuas, han hecho el "Don Tancredo" mirando hacia otro lado, sólo donde ellos quieren y les interesa, sin hacernos ni puto caso. Con perdón.
Podría estar escribiendo dos semanas la relación de empresas afectadas por un Ere, y tardaría un minuto en referir las que después de sus protestas han recuperado sus derechos o su empleo. Telemadrid está más días fundida en negro que emitiendo, y sus trabajadores no han conseguido nada. El Metro de Madrid ha hecho paros en los días clave; llevan en huelga varios meses. Y nada.
El periódico El Pais presentó un Ere y sus trabajadores respondieron con una huelga. Y nada. El personal de Iberia, despedido: Paros, protestas, caceroladas, y hasta huelga de hambre. Y el Ere ha proseguido.
Los profesores se echaron a la calle y que se sepa, nadie les ha devuelto un céntimo de los recortes en educación. La
Marea Blanca qué decir, los médicos y personal hospitalario se han esforzado por llamar la atención, por demandar que no les privaticen, por reclamar lo suyo, y nada. Transportistas, taxistas, limpiadoras, mineros, funcionarios, los que recogen la basura, los periodistas, las que atienden los comedores... todos luchando tanto y consiguiendo tan poco.
Ahora tenemos el ejemplo de nuestros compañeros de Bizkaia, llevan en
huelga casi un mes, y la cosa no tiene visos de aclararse.
¡Qué fantástico invento ha sido la última reforma laboral!, es como el bálsamo de Fierabrás, puede con todo y sirve para todo. Cualquier molestia, cualquier escozor, aplicamos la famosa reforma y ya está, los que tienen la sartén por el mango curan sus males, y arreando, que es gerundio.
Ya no hace falta mantener arduas negociaciones, no es necesario escuchar las tediosas reclamaciones sindicales, ni perder tiempo en regateos estúpidos ni en toma y daca de derechos. Ahora, gracias a los políticos o como ejemplo a ellos, basta aguardar que pase el tiempo hasta que, agotados los plazos se aplique la Reforma Laboral, y hagan lo que les salga del higo (o del nabo).
Es cojonudo, perdón por esta claridad, la reforma realizada por nuestros políticos. Ahora
gracias a sus leyes, somos el país de nunca jamás, con sus ciudadanos perdidos, con un país desorientado y melancólico, con sus trabajadores irremediablemente acobardados, con las conquistas laborales arruinadas, con el bienestar extraviado, con el gozo en un pozo, y con políticos y patronales de empresarios, que ahora responden siempre a las reclamaciones con un: "Jamás, nunca jamás" y no se apean del burro. Estamos apañados. Suerte a los compañeros del país vasco.