No hay comprimidos eficaces, ni tratamientos claros que le devuelvan la salud a una empresa, y puede ser que incluso ella contagie a otras; todo esto es una cadena en el que "el bicho" es muy difícil, casi imposible erradicar.
La crisis se ha afincado en España, en realidad en los países costeros, sobre todo en Italia, Grecia, Portugal..., en fin en los de siempre, para que surjan nuevos chistes, para que se renueve el repertorio de los chascarrillos latinos. Por otro lado, es normal que el bichejo (Como es un ente abstracto no se como llamarlo) prefiera el clima más benigno del sur, y la dieta mediterranea. A los capos mafiosos y a los narcos les pasa igual. No obstante, Irlanda tiene su propia cepa, y el resto del planeta anda sumido en un catarro crítico de crisis galopante, quiere decir que el brote ha sido una epidemia de las buenas, como las que arrasaron Europa en el siglo... antepasado.
Pero vamos al grano. Con el caos financiero instalado en nuestro país, amenazando como Godzilla con arrasar nuestras ciudades, y acabar con la economía y los negocios, cuando llega el fin de semana, la 'demolición' se paraliza, todo el mundo se pone los pantalones de viaje, los de "total pa cuatro días"... y se escapan al campo, o al chalé, o al pueblo, el caso es dejar lejos la ciudad, y los atascos urbanos, por que los otros...
Con este panorama, nuestros clientes -no todos desde luego, menos mal-, ni cortos ni perezosos, se han entregado al tuperware descarado y al bocadillo de tortilla casero, recordando tiempos de juventud y de excursiones del colegio cuando los mandaban al campo a desollarse las rodillas y a desfogarse de sus primeras tentaciones lascivas.
En las estaciones urbanas es menos evidente, acaso los que llegan, sobre todo albañiles, o los que hacen la calle sin llegar a prostituirse, como los barrenderos, representantes, o conductores de reparto, se acomodan, bufan y se refrescan atizándose una cerveza fría, y si pueden otra después (la de la oferta), repitiendo de vez en cuando aquello de: "¡Que bien se está aquí!" mientras miran el culo a las que pasan a la tienda con cuerpo de verano, como si aquello fuera un chiringuito de la playa, y el taburete un sitio puesto adrede por el santísimo para que puedan recrearse la vista bajo el amparo celestial de nuestro aire acondicionado.
Pero en las carreteras es distinto, se ha instalado la doctrina low cost, y los viajeros, en cuanto te descuidas se sacan los filetes empanados y la botella de casera y se ponen a comer. Los más prudentes, llevan su neverita, sus bocatas bien preparados con cariño de madre, envueltos en papel de plata, y se despliegan haciendo picnic en los aparcamientos como si fueran hippys de 50 años resignados a no cambiar. Claro que, cuando termina el día, lo que se extiende bajo las marquesinas, son los restos de un macrobotellón de fin de año.
Viajar y comer (Campsared Blog) |
Los hay más descarados, que te plantan el coche frente a la cristalera y allí mismo se montan la sentada, con los litros, la música, y los perros y niños correteando como si fuera el patio de su casa.
El tercer grupo lo forman los más jetas, los que se meten en la tienda, copan dos mesas y montan la marimorena comprándote dos cocacolas y una bolsa pequeña de patatas. Entonces, como el resto, desempacan la merendola, llenan las dos mesas, y celebran, vaya usted a saber, por que unas veces parece un cumpleaños y otras una despedida de solteros.
Estas improvisadas comilonas antes no se formaban, la gente se soltaba, tiraban de vitrina y había que estar poniedo y reponiendo los sandwiches a cada momento. Compraban la bebida, los aperitivos, la prensa, los chicles y hacían un gasto generoso, como Dios manda, aupando nuestras K's y el resultado operativo.
Ahora, con el aroma de la crisis atufando nuestras ciudades, los viajeros ya no gastan alegremente, su presupuesto ha suprimido los gastos de viaje, "lo que se pierde en el camino, no se disfruta en el destino" parece ser su eslogan favorito. La carretera dejó de ser la senda de baldosas amarillas, y las caravanas de domingueros, tienen regusto a huida de refugiados, de los que escapan de la ciudad hartos de los ladridos de la crisis, que no deja dormir ni descansar a nadie. Y lo hacen justo justo, con el dinero para pagar la gasolina y acaso unos cafés, esperando llegar a su destino y presumir de gente guapa, aunque sigan llevando restos del bocadillo y la bebida en la guantera. ¡Vaya catarro serio que tenemos!, y es que este bicho (el de la crisis) se ha puesto tan rollizo, que la penicilina del gobierno solo hace mella en los sufridos ciudadanos, mientras él sigue tan campante haciendo su tourné, tomando el sol y visitando más y más lugares para desesperación de nuestras empresas.