¿Por qué digo esto? No lo tengo muy claro. Por un lado está el pelo, que me crece haciendo remolinos, lo que ya no es buen síntoma si se quiere pertenecer a una buena clase social, éstos suelen llevar una elegante melenita rematada por unos cuantos rizos perfectamente diseñados. Yo en cambio, gasto unos pelos de abertzale que enseguida llevan a la desconfianza. Mis ojos no tienen la alegría bondadosa de un catequista, en ellos se dibujan mas ojeras de las recomendadas, no de un juerguista, que ya no estoy para esos trotes, pero si del que tiene algo entre manos o en la mente, que no le deja conciliar bien el sueño.
Algo tiene que ver, el que mi boca fabrique 'telarañas' para que los clientes caigan enganchados en ellas, suplicándonos mutuamente, los unos por querer escapar, y yo, para que se enreden hasta las ingles y pierdan la decencia, y se dejen el sueldo de sus hijos, aunque no paguen hipoteca, ni coman ese mes, pero ahí estaré yo, aullando al TPV, sacando pecho con mis uñas llenas de sangre y la cara de sátiro de las grandes ocasiones. Para que me feliciten por la canallada del mes.
En fin, debo incidir en que, cuando me miro en el espejo, contemplo a un ser abyecto, con las manos ensangrentadas y una navaja de venta horaria entre las manos que va saqueando viajeros sin miramientos ni piedad.
Con todo, lo que me atormenta no es parecerme al Tempranillo en su versión maligna, es el sentido de la culpabilidad que me remueve la conciencia.
Podría pensar que mi trabajo es desplumar a los incautos/clientes, tal como 'ordena mi señor', agrandando el botín y la leyenda que hace de ésta, mi empresa, la mayor petrolera del reino, y en cuyas posesiones no se pone el sol, pero no, mi malestar se debe a que mi maldad no es la apropiada, no alcanzo el grado de violencia suficiente para lograr los objetivos prefijados.
No hay tarde ni mañana que no sienta doblárseme las piernas, que el estómago no inicie su erupción cotidiana, por que, viendo pasar las horas, mis ventas exigidas son aún escasas y amenazan con no ser suficientes para satisfacer a mi 'patrón'.
Hay que vender (Campsared Blog) |
Si me contemplo en el espejo lo noto, si me rechazan una venta lo noto, si no machaco con repetida consistencia lo noto, cuando me mira mi encargada lo noto, en sus ojos inyectados en sangre lo adivino, si me fumo un cigarrillo o si me tomo algún descanso, allí lo tengo persiguiéndome como una maldición, SOY CULPABLE, no estoy vendiendo suficiente, no estoy llegando al mínimo exigible, soy culpable me meta donde me meta, y aunque libre y esté en mi casa voy a seguir siendo culpable, no merezco mi sueldo, no remo con bastante energía, no tengo gracia, soy un asno y un lastre, un malhechor en toda regla.
La maquinaria de rodillo ha funcionado, la indignidad ha sido inoculada, los que la han provocado se marchan de rositas con la conciencia muy tranquila, mientras yo escondo la cabeza; me han convencido, soy una escoria, un malnacido. Para ejercer de hijo de puta me falta clase, de momento soy solo una 'putilla' que entrega lo que puede cuando puede, y a la que, desde luego hay que seguir explotando hasta que estalle.
¿Soy una mierda... soy un cabrón? (Campsared Blog) |
¡¡¡¡¡Y NO TE QUEJES!!!!!
ResponderEliminarCuando he leído el comentario en el que mencionabas a ciertas fuerzas de seguridad pública he caído en la cuenta que lo que necesitamos para ejercer adecuadamente nuestro trabajo de expendedores-vendedores activos, o lo que es lo mismo, lo que necesitamos para cumplir de hijos de puta activos no es más que administrarnos un chute de algún tipo de estimulante al inicio de cada turno.
ResponderEliminarNo dudo que la empresa, en su línea de negocio habitual,nos descontará de la nómina el coste del chute diario que nos proporcionará el encargado al inicio de cada turno.
Para ser consecuentes con lo que hacemos debería ser un chute con denominación de origen. Algún tipo de mierda bien elaborada, con cariño artesanal y género de primera clase.
Dentro de 25 años, o así, alguien caerá en la cuenta que ese alto porcentaje de extrabajadores de Campsared enfermos de cancer tenían una cosa en común. Ese chute diario de estimulación que se hizo tan habitual como la chapita de identificación.
Buen argumento para una peli, incluso Almodovar sacaría un buen trabajo con esa historia, si el chute en cuestión nos modificara a la larga el género sexual, o los apetitos carnales.
ResponderEliminarPero lo que realmente echo de menos al inicio de cada turno, como gesto altruísta por parte de la empresa, es una botella de agua de litro y medio.
ResponderEliminar8 horas seguidas ofreciendo, sugiriendo, convenciendo, mediatizando... 8 horas seguidas ejerciendo de charlatan y uno acaba reseco.
yo tbm soy culpable
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