COMPAÑEROS DE CAMPSARED



"Podeis decir lo que pensais de vuestros encargados, de los objetivos, de la venta activa, de los cursos, de Sumando valores, seguridad, promotores del cambio, sindicatos, y todo lo que querais. Hubo en tiempos un blog de un compañero en donde mucha gente dejó sus comentarios, hoy no existe y como alternativa nace CAMPSARED BLOG, para reunir a todos los que somos COMPAÑEROS DE CAMPSARED"

Este blog, como indica en la cabecera, originariamente fue creado por un compañero llamado EXPENDEDOR-VENDEDOR el 20 de noviembre de 2008 pero problemas técnicos le impidieron actualizarlo, lo que dio pie a la creación de esta segunda etapa renovada que es la que se abre a continuación.
Como aquel, mantiene la idea de tener una plataforma de comunicación, de reivindicación y sobre todo un medio de expresión para todos los trabajadores de CAMPSARED y de REPSOL, y a la que quedan invitados cualquiera de los trabajadores de EESS sean cuales sean sus marcas.

Bienvenidos todos a este foro de diálogo e información.

Recordar que si visitais esta página por primera vez, para conocer el contenido completo de este blog desde su nacimiento, deberíais comenzar por el antiguo blog pinchando en este enlace:

'www.campsaredsprint.blogspot.com'





9 de agosto de 2013

ACONTECIMIENTOS GALÁCTICOS

Las imágenes y textos que se exponen a continuación solo son actos para mayores de 18 años, y avisamos de que pueden herir la sensibilidad de quienes bien por curiosidad o por morbo se decidan a seguir leyendo.


EL QUE AVISA NO ES TRAIDOR.


Soy un gran aficionado a la astronomía, me gusta entretenerme mirando las estrellas, observando sobre la inmensidad de esta pantalla colosal que es nuestro cielo, todo el conjunto de lucecitas, de figuras, de cuerpos que se mueven, o brillan, o que tiñen de luz un rinconcito del espacio. En los turnos de noche, salgo a veces a contemplar el firmamento, a esas horas que ya no hay coches, que todo es paz, sosiego y que es posible disfrutar del silencio.

Hace años me compré un telescopio. En realidad se me ocurrió la idea cuando advertí que una vecina muy 'potente' hacía gimnasia en bragas en el edificio de enfrente. Pero tras ese  halagador descubrimiento inicial, empecé a utilizar el telescopio también para otras cosas: ver partidos de fútbol sin pagar la entrada, comprobar si la guardia civil estaba apostada en las rotondas, y mirar al espacio todos esos momentos en que no hubiera mujeres que espiar por el barrio. De entonces, me queda la afición por el onanismo (pero eso es otra historia) y la costumbre de observar el firmamento en las noches de cielo despejado en que no hay luna.  Puedo pasar un largo rato intentando identificar esas manchitas o esos puntitos que forman las constelaciones, y echo de menos a veces, una tumbona más allá de la marquesina para disfrutar del espectáculo del cosmos.

Es bonito el mapa desplegado de estrellas cuando uno tiene un rato para perderse en contemplaciones mundanas.

Sin embargo a menudo, ese mundo estrellado y precioso se transforma en una pesadilla, como bien podreis apreciar en la siguiente fotografía si fijais el puntero sobre la Osa Mayor.



Es evidente que el destino nos tiene reservadas sorpresas como ya lo cantara Rubén Blades, si bien, tropezarnos con Pedro Navaja, con los pantalones bajados y yéndose de patas, no es de las cosas más agradables que nos pueden pasar, y que además, sabiendo como se las gasta ese tío, nadie sabe lo que podría ocurrir.  Lo cierto es que en nuestro trabajo, día si, y día también,  ese cielo salpicado de estrellas, lo encontramos reflejado en los azulejos y en la taza del váter, y a veces, incrustado, como un cielo rugoso color... pues color mierda, para que vamos a decir lo contrario, mierda de todas las gamas de colores. Una "delicia" como os podeis imaginar.

Tocaré este tema con cuidado, pues pringa, eso es un hecho. Desde que se inició la crisis, la gente caga mucho más, y no solo con cagalera, que sería lo lógico, los hay que cagan piedras como si comieran pienso compuesto, y eso se debe a la mala alimentación que produce la falta de recursos económicos. Pero lo normal es lo anterior, la revolución de las tripas que produce encontrarse con cuatro perras en el banco, y una montaña de facturas en el buzón. ¡Qué triste es la vida cuando la alegre correspondencia comercial ha dejado paso a las cartas de notificación de embargo!

Pues bien, frente a unas heces expelidas sin contención, encontrarse con un zurullo de los buenos, incluso da alegría, uno lo mira con asco si, pero también con cierta envidia, como si reconociéramos nuestra incapacidad para depositar chorizos de ese calibre. Ante el hecho, solemos avisar al compañero, para que se recree la vista ante semejante ejemplar, eso produce risas y alegría, como si se tratase de un suceso divertido. Si no fuera por el olfato, por que otra cosa no, pero cuando alguien planta un pino bien plantado, de los que atrancan el desagüe, deja un olor, que no hay ambientador ni detergente que lo ahogue, más bien al contrario, el aroma se eleva y expande por la tienda como las cenizas de La momia, pero en plan guarro.

De todas formas, esos casos son agradables, entiéndase, que frente a un inodoro salpicado después de un estallido de gases y heces expulsadas en pedorreta, cualquier mierda compacta, es agradable e incluso sorprendente, aunque no llegue al extremo de alegrarnos la mañana. Eso no, pero complace no tener que rascar de las paredes pequeños cráteres marrones concienzudamente pegados.

Después llega el proceso de limpieza, lo que se llama "comerse el marrón" propiamente dicho, esa mezcla de habilidad y prisa para que el "regalito" no se salga del váter cuando tiras de la cisterna. Se trata de una operación de destreza y de nervios muy parecida a la de quien maneja granadas de mano; una falta de decisión, un pequeño error, y zaca, te come la mierda. Por que la mierda, ahí donde la ves, perezosa, como un gran pene flácido puesto a remojo, en cuanto le echas agua se vuelve arisca, se encabrita, y te salta encima como un alien.

Pues bien, volviendo al tema, con la llegada de la crisis se han multiplicado los clientes que vienen a desahogar el intestino a las gasolineras, si si, con toda la cara, en este caso el culo, salen de casa y desde bien temprano, empiezan a entrar en la estación, ponen cara de buenos chicos y preguntan por el baño.

Yo, como ya les tengo calados, les contesto: "baño no tenemos, son aseos". "Pues eso, los aseos" se corrigen ruborizados.
En eso, les sacudo por debajo de la linea de flotación, en pleno hígado, "¿Tu lo que quieres es cagar, verdad?". Esta frase es demoledora, sobre todo cuando hay más gente rondando por la tienda, todo el mundo se les queda mirando -además con asco- como si pensaran que no van a limpiarse el culo después. Desgraciadamente, esta gente tiene las ideas claras, y aunque con cara colorada, parte por la vergüenza, parte por los retortijones, casi siempre aguantan el tipo, y muy tímidos, con la sonrisa de quien sabe muy bien, que en pocos minutos van a cagarse en todo tu trabajo de limpieza, asienten con la cabeza, y corren con alegría a atrancarte el váter.

Nada ni nadie puede quitarles el plan de ahorro doméstico de la cabeza. Se han propuesto recortes en el papel higiénico y el agua de sus casas, y cada vez, son más personas, las que con el culo caliente, llegan a hacer de cuerpo en la estación. Esto, al cabo del año es un derroche en gastos de limpieza, y un alivio para las economías familiares.  Se da el caso de que los fines de semana, algunos vienen con toda la familia, las mujeres a hacer ejercicios de gimnasia pélvica, y los niños y el padre a plantar pinos a costa de nuestro resultado operativo.  Lo cierto es que el ratito que algunos echan en el váter, ha pasado de ser una actividad hogareña a convertirse en un acto público (bueno, eso si lo hacen en los aparcamientos por la noche), quería decir un acto de escrupulosa economía fuera del ámbito familar. Por eso, algunos buscan lugares limpios, apartados e higiénicamente correctos para dejarnos la boñiga diaria, y las gasolineras se han convertido en sus sitios predilectos. Y lo malo es que más tarde o más temprano, se lo cuentan a sus amigos, a sus vecinos, a sus cuñados. Hay mañanas en que llega una furgoneta con media docena de personas, y todas, con la sonrisa de no haber puesto un huevo (todavía) aguardan cola para entrar en el váter a giñar. ¡Joder! a veces hay una mezcolanza de mierda que no sabes si son burruños o un cocido con muchas morcillas.
Hulk haciendo fuerza para aliviar unos garbanzos (Campsared Blog)
Luego existen una serie de leyes concluyentes e inalterables que rigen en el mundillo de las gasolineras y que rodean a este proceso fisiológico tan 'sutil':

1º "Tapa bajada, mierda segura", eso es tan infalible que tendría que constar con mayúsculas en la Ley de Murphy. En la gasolinera, todo el mundo deja la tapa abierta, y sólo, cuando el mojón es sobresaliente, ya sea en tamaño o forma, los hombres bajan la tapa. Y he dicho hombres, por que las mujeres es diferente, jamás bajan la tapa, como si les diese corriente, como si measen ácido sulfúrico y no quisiesen comprometer las yemas de los dedos. Y eso nos lleva a la...

2ª ley: "Una mujer jamás baja la tapa del váter", esa es una rutina que solo rige en casa, y es sobre todo de cumplimiento obligatorio para el hombre. Hay normas, que solo rigen para los hombres, quiero decir que las mujeres están exentas de cumplir, como poder enseñar la ropa interior o el ombligo en una fiesta, o colarse en un servicio del otro sexo, sin que te expulsen por exhibicionista o violador,  permititiéndole a ellas por supuesto ofrecer una explicación al suceso. Pues bueno, en el tema de la tapa del váter, las mujeres muestran una identidad de criterio asombrosa, es un tema sin discusión posible: en las gasolineras la tapa no se toca, solo lo estrictamente necesario para acercar el culo y hacer pipí o popó, en un ejercicio de equilibrio y tensión imposibles, como si practicasen la halterofilia, con las rodillas temblorosas, los muslos tensos, y los gemelos prietos, como los de un esquiador. Supongo que tiene que ser un show. En fin, si fuéramos los hombres los de la tapa sería por dejadez, pero ellas ¡por favor!, la tapa es cosa de hombres, como el coñac.

3ª ley: "Las mujeres tiran los papeles al suelo". Debe ser genético, las mujeres siembran de papelitos el suelo del servicio; que si un cleenex, que si una toallita, que si otras "cositas" peores. Cada vez que hay que hacer los aseos, puedes tener la garantía de que además de los tubitos de Microlax, vas ha encontrarte un universo de papeles, como si la papelera también diera calambre, como si el váter no admitiera papeles contaminados de pipí. ¡Joder!, siempre me pregunto si lo harán en su casa, y claro pienso que a lo mejor también por eso sus maridos van a cagar a la gasolinera. En el váter de los hombres eso no ocurre. Salvo algún petimetre que pone papel higiénico en la tabla para no plantar el culete, no se le vayan a constipar los cataplines, el resto, salvo pellizcos de usos fallidos de papel, nada de nada, salpicaduras por la pared, bah, gotillas casi imperceptibles y más cuando la taza está reventada de mierda, por que otra cosa no será, cuando los hombres cagan, cagan de verdad, como solo saben hacerlo los hombres, y sueltan cada pedazo de mierda que ya quisiera una mujer ni atiborrada de laxantes.


Sin embargo, pese a la leyenda negra que rodea a los hombres,
4ª ley: "Las mujeres mean más fuera que dentro". Pues si, es un tema serio, pero estadísticamente tengo la razón de mi parte, los hombres se mean fuera, si, pero apenas un chisporroteo, unas gotitas sin importancia, en cambio la mujer española que se mea fuera, se mea de verdad, sin complejos, como una campeona. Y no salpica el techo por imposibilidad física, pero hace todo lo posible por alcanzar los logros del varón.

Las mujeres son cuidadosas en sus casas, pero cuando la taza del váter no es la suya, se desquitan como si tuvieran envidia a los hombres que salpican aquí y allá inocentemente mientras se sacuden la minga. Ellas se mean fuera, como si les resultara más fácil que hacerlo dentro de la taza, como si quisieran sobresalir más que los hombres. Qué ellos plantan zurullos del tamaño de una baguette de leña... pues nosotras nos meamos fuera salpicando más que Los Fiordos del parque de atracciones.



Y así transcurren mis días de contemplador de galaxias, arrancando explosiones cósmicas del váter, y restregando estrellas de pis de las paredes. Hay que reconocer que hay verdaderos genios de la boñiga.  A lo largo de los años que he trabajado de expendedor, he visto muchas deposiciones sobrehumanas, y autenticas obras de artesanía mural.
Entre los que cagan como un sifón, a veces surge alguno al que enseguida reconoces como auténtico artista, ése que siembra las paredes de excrementos como si fuera un gotelé, y convierte nuestros retretes en capillas sixtinas de la mierda. Si me quito las gafas y entorno los ojos (y lógicamente me tapo las narices), creo ver un universo de estrellas frente a mis ojos. Como si fuera una cabina omnimax, ante mi vista se extiende una galaxia de motitas resplandecientes, densas y calientes que alcanzan hasta el foco del techo; es cuando algunos, como en el inicio de los tiempos, reproducen ese Big Bang atómico que supuso el principio de la vida, y explosionan sobre la taza como una fuerza de la naturaleza, dando pie al firmamento más hermoso que jamás hayais visto. Y algunos están tan orgullosos que lo firman en las mismas paredes utilizando sus heces y los dedos. Sublime. Supongo que alguna vez habreis podido disfrutar de este espectáculo.

Pedro Navaja: este caga con mala hostia.

PD. Si eres morboso o te va la mierda, puedes visionar el video en 3D de la taza del vater, o descargar una imagen HQ como salvapantallas para el ordenador. Si te interesa


¡¡¡Jodeeer, lo has hecho!!!, ¡¡Has pinchado el enlace de la mierda!!, ¡¡Estás peor de lo que piensas!! ¡Por si te interesa, eso que tienes se llama coprofilia!

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1 de agosto de 2013

AGOSTO 2013, Comentarios

Lo hacían los privados, luego vino Cepsa, y ahora vamos el resto detrás. Todas las estaciones con su carta de recomendación más o menos forzosa, según el E.G. y por supuesto el Técnico de zona. ¿Sacaremos el Wynns, las SP y las loterías a la calle en el futuro?

¿Y las limpiezas? ¿Los pedidos? 
¿Y las mermas de inventario? 
Veremos...

Recordad que JULIO tiene más de 200 comentarios así que para ver del 201 en adelante teneis que pinchar en el enlace siguiente:

Leer comentarios del  1 al 200  --  del 201 al 400›
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21 de julio de 2013

FUGATE (2ª parte)

Aproveché un momento de barullo. Me coloqué en la calle 3,  sigiloso, como si fuera una serpiente. Abrí el depósito, no sin evidenciar un cierto nerviosismo ya que siendo novato en estas lides, me recorría las tripas un cosquilleo, que iba del vómito a la cagalera, lo que hizo que se me cayeran las llaves un par de veces hasta que atiné con la cerradura. Contratiempos sin importancia que puliría en el resto de "trabajos", conforme ganara en experiencia.

Hacía calor. En la calle 2, un niño regordete me observaba tras la luna del coche mientras su madre repostaba. Otra que tal, que me miraba como si nunca hubiera visto un barbudo con gorra y chandal fosforito, como si me conociese de algo. ¡Que no señora, que no soy ningún famosete friki de la tele, hijaputa fisgona!. ¡Mire usted el boquerel, o el contador, que le va a rebosar el combustible hostias!

Yo encima -sin duda por los nervios, o acaso la emoción-, tenía dificultades en el repostaje. El gatillo saltaba una y otra vez, y hasta un listillo de la calle 4 se atrevió a sugerir: "¿Quieres que te ayude chaval?". ¡Joder que gente más metomentodo! "No, no, si ya va, ya funciona... gracias", cacho cabrón, cotilla, ponte a mirar los culos de las tías como hacemos el resto y déjame tranquilo, pensé.

Mientras tanto, mal que bien, aquello iba hacia arriba. Veinte, veinticinco, treinta euros...

El chándal,  que como digo, ya era antiguo, me estaba un poco estrecho, y se me metía por el culo, lo que aún me atacaba más los nervios. Tenía que estar sacándome el elástico, como Nadal, cada vez que notaba una molestia o que pasaba la decena el contador de litros.  Era un picor nervioso. Un grupo de mujeres en un Mini amarillo se apostó detrás, y de reojo las observaba echarse unas risillas a mi costa.

Por fin escuché el clic, 47 €, apuré lo que pude, clic, clic, hasta que rebosó la gasolina por la boca, ¡cojones!, ¡Menudo charco!. Colgué deprisa la manguera, di una zancada y ¡cataplún! al suelo; con las prisas pisé la mancha de grasa y aquellas zapatillas Poma resbalaron desollándome la rodilla contra el cemento. ¡La puta, qué dolor!. El grupo de mujeres se desternillaban las muy perras, y el niño gordo daba palmas con las orejas, menudo cabroncete, no reventara por el colesterol, no.

Joder, ahora estaba medio cojo, con la rodilla descarnada, apestando a gasolina, y toda la pista me miraba como si fuera el puto Justin Beaber. ¿Qué hacer?, tragué saliva. Era ahora o nunca.

Arrastrándome como pude  llegué al extremo del volante. Mi pulso estaba dislocado como si viera aproximarse unas abejas asesinas o me estuviera persiguiendo con un hacha el asesino de Viernes 13 ¡Venga, ahora!

Me introduje en el coche y arranqué como si llevara en mis manos un Formula 1, ¡Brrrmmm!, de 0 a 100 en tres segundos. Las ruedas rechinaron sobre la pista levantando una humareda negra, y un penetrante olor a goma chamuscada que dejó obnubilados a toda aquella panda de pazguatos. ¡Qué pasa mamarrachos! ¿Qué pensabais que no me iba a atrever?.  ¡Ja!, pensé mientras los observaba por el retrovisor, ¡chúpate esa!
Profesional de las fugas en pleno extasis (Campsared Blog)
Pero el destino es caprichoso. Veinte metros después se atravesó una moto y fui a empotrarme contra el tunel de lavado. ¡Sus muertos!. Aquello fue un desastre; el coche siniestro, la nariz rota, la rodilla quebrada, la sangre manándome como si fuera un cochino en San Martín, y a todo esto, yo dando explicaciones al expendedor, que amablemente, y con una sonrisa -faltaría más-, me solicitaba que apoquinara el combustible. "No me he dado cuenta", "menuda distracción", "lo siento mucho". Si, si, asentía con la cabeza, "Son cuarenta y ocho con sesenta, y déjeme los papeles del coche".

En definitiva, perdí el vehículo, el dinero, los cabritos de la BP me denunciaron, tuve que pagar la factura del lavado, trescientos euracos por intento de fuga, y encima, el día del juicio, allí estuvieron aquel selecto grupo de hijos de puta haciendo de testigos; el niño gordo y la pinche de su madre, el chuloputas de la calle 4, y las cuatro cabronas del coche de detrás que se meaban de risa escuchando mi relato.

Mientras dictaban la sentencia, repasaba en mis pensamientos cual había sido el fallo de aquel perfecto y escrupuloso plan, ¿Los pantalones de chandal fosforito?, ¿Las zapatillas que no eran Puma sino Poma?, ¿Las prisas?, ¿El cenizo del niño gordo?

Ultimamente las cosas no van bien. No he podido arreglar el coche, ahora voy en bicicleta al trabajo. También me he acostumbrado a ver la tele como si todos fueran hijos pequeños de famosos, con la cabeza pixelada, y además mis vecinos se han enterado y no quieren hablar conmigo, ni cruzarse siquiera en el portal. Las mujeres se recogen la falda y corren con los críos cuando me ven andando por la calle, como si fuera a cepillármelos a todos,  como si estuvieran ante el asesino del gancho, me miran y murmuran: "Se lo que hiciste el último verano". Mi mujer desde entonces lleva una máscara de anonymous cuando sale al supermercado, y a mis niños los llaman en el cole "los hijos del Lute". En el bar me piden el dinero por delante, y hasta un canalla me ha borrado el nombre del buzón y ha puesto encima: "Aquí vive el primo de Bárcenas"

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Antes de leer este relato deberías dirigirte a FÚGATE (1ª Parte) y leer el principio de esta historia.







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9 de julio de 2013

FUGATE (1ª parte)

Últimamente, con la crisis y el desplome de nuestros incentivos, rondaba en mi cabeza el cometer un acto delirante. Tantas horas frente a la cristalera, dándome el sol y los reflejos de los coches, tantos turnos contemplando lo mismo, se había engendrado en mi, una vena insolente que me impulsaba a cometer una locura. Indudablemente se trataba de una operación peligrosa,  había que preparar un plan muy concienzudo, proyectarlo sobre un papel trazando cada paso milimétricamente, sin dejar cabos sueltos o elementos que pendiesen de la fortuna. Este tipo de fechorías, no se pueden emprender a la ligera, para que luego te trinquen en cualquier rotonda por que llevabas un intermitente fundido, o una rueda sin tapacubo. Tenía que ser planeado hasta en sus últimos detalles, como si se tratara del secuestro de un avión, o de una operación a corazón abierto. Punto por punto. Así lo hice.

Lo primero era eludir remordimientos, olvidarme del corporativismo, si empezaba con ñoñerías aquel ambicioso proyecto estaba abocado al fracaso. Así que, lo primero fue pensar: "a tomar por culo", hoy por ti, mañana por mi, eran los gajes del oficio.

En los últimos meses las cosas no marchaban muy bien, el alza de los precios, la luz, el agua, la contribución, ¡los carburantes!...  El teléfono ya no cuadraba con la oferta que me ofrecieron, pronto tendría que renovar el coche -que ya no es de este siglo-, y además, los cabrones de los niños habían chafado de un pelotazo la pantalla de plasma, y aparecía una mancha negra, justo a la altura de los ojos, dando la sensación de que todos los que salían en ella, fueran testigos protegidos.
En fin, el caso es que, por unas o por otras, la economía doméstica me estaba pidiendo una ayudita, y decidí que aquella era la solución a mis problemas. Que mejor que una fuga de vez en cuando para cuadrar las cuentas de la casa: Los repostajes gratis. Decidido.

Había probado el amargor de dicha 'medicina' muchas veces. Durante todos estos años, mis compañeros y yo mismo, habíamos padecido como, coches de todo tipo, motocicletas, y hasta ¡un camión! se me fugó una vez, nos demostraban que aquel delito estaba al alcance de cualquier conductor, era la práctica perfecta -junto con el sexo- para alegrarme la semana, y por qué no decirlo, darle un corte de mangas a la vida.

En primer lugar, se trataba de escoger una gasolinera que me ofreciese unas mínimas garantías de fuga. Pensé que hacerlo en la mía -aunque la conocía muy bien-, no era elegante, y además se trataba de hacerle una putada a un compañero. Demasiado mezquino, tuve que desdeñar la idea. Tampoco era de recibo fugarme de una gasolinera de Repsol, ¡menuda cabronada!, era arrojar piedras sobre mi propia compañía, restar ganancias a los accionistas, colaborar en la ruina de la empresa, no, no podía ser, tendría que optar por una de la competencia, alguna donde los empleados fueran chulos, las expendedoras unos callos, o que las baldas no fueran de mi gusto, tuvieran mugre o telarañas, para que escarmentasen.

Hice una lista con las posibles candidatas. Pensé que hacerlo en Cepsa, no era muy profesional, al tratarse de una compañía española, además me gustaba como decoraban sus tiendas, y los expendedores eran simpáticos, buenos chavales, no les podía hacer una faena así. Seguí con el repaso de estaciones, descarté las que no me ofrecieran la posibilidad de escabullirme de un buen acelerón, las atendidas, y aquellas con varios empleados, especialmente una privada, de Petronor, cuyos expendedores parecían aizkolaris o porteros de discoteca, y no era cosa de jugarse el pellejo.

No obstante tenía aprendida la lección, caso de llegaran a pararme lo importante era decir que "no me había dado cuenta", "menuda distracción", "lo siento mucho". Aquello no fallaba, me lo habían repetido mil veces. Con un tapón puesto en el culo tenía que sonreír escuchando la sarta de explicaciones y mentiras que tenían preparadas mientras sacaban la cartera, y yo, sin poderme cagar en ellos.

Volviendo al tema. Escogí para mi proposito una estación de cierta enjundia, con horas punta que llenaban sus calles, buenos escapes hacia el centro (de la ciudad), y que pudiera recordar algún detalle malo, no sé, algún saludo con desgana, gente sin afeitar, o que no me hubieran permitido echarme yo mismo el combustible, algo que me daba bastante rabia. Estaba decidido, aquella BP, era mi objetivo, solo había que establecer el día D, y la hora H.


Era viernes por la tarde, hora de salida de los trabajos. Llevaba unos minutos detenido junto a la zona de aire/agua simulando que miraba la presión a las ruedas, esperando el momento más idóneo. Me temblaban las manos, sobre el volante agitaba los dedos como si fuera un pistolero, como Sebastian Vettel antes de producirse el arranque de un Gran Premio, estaba más nervioso que un gato, en cierta forma, me sentía como "El Vaquilla", antes de dar un golpe en una sucursal de correos. Pura adrenalina. Había cuidado hasta el más mínimo detalle: gafas negras, chupa de cuero, pantalón de chándal fosforito de hace una década, y una gorra del barsa con la visera hacia atrás, para llevar a la confusión más absoluta. Había cambiado mi atuendo en un polígono cercano, disimulado la matrícula con un rotulador de portaprecios, tuneado el coche con unas pegatinas de AC/DC, y lo mejor de todo, me había adherido al rostro un bigotazo y una barba postizos de los niños, que guardaban desde los carnavales como parte del disfraz de demonio. Me sentía el puto amo -con retortijones eso si-, pero una 'máquina de matar', Tom Cruise al volante. Había llegado el momento del gran golpe.

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