Era una mañana perfecta. Un día de otoño que amanecía soleado, y que se presentaba magnífico para dar un paseo, para salir un rato a hacer deporte o para disfrutar del clima suave que aún nos dejaba el mes. En definitiva, un buen día para librar, pero no pudo ser, y ahí estaba de turno de mañana, tranquilo, sobrellevando el trafico, los proveedores y la gente, mientras a ratos iba limpiando surtidores.
Nada presagiaba lo que en breves instantes iba a suceder. Sin embargo, de pronto, el cielo se nubló, la pista se llenó de tinieblas hasta tal punto que hube de dar las luces. Los proyectores apenas alcanzaban el suelo, la anterior claridad se convirtió en penumbras, era como una nube, espesa, nociva, en el espacio se oyó un crujir inmenso, como si se partiera el firmamento, como si el fin del mundo se fuera a producir en un instante.
Los coches que estaban repostando salieron de allí quemando ruedas, hubo gente que se refugió en los servicios. Una familia de Teruel, padres e hijos se abrazaban llorando. Estábamos atónitos. Mi encargada salió a la pista en un alarde de valor, pero gritó aterrada con sus manos abiertas sobre la vista, sobrecogida por el espanto y la sorpresa. Salí con ella, no daba crédito a lo que mis ojos estaban contemplando. Un matrimonio ya mayor, paralizados por el pánico en la calle uno, sollozaban junto a su coche, fundidos en un abrazo, aventurando su final.
Los coches que estaban repostando salieron de allí quemando ruedas, hubo gente que se refugió en los servicios. Una familia de Teruel, padres e hijos se abrazaban llorando. Estábamos atónitos. Mi encargada salió a la pista en un alarde de valor, pero gritó aterrada con sus manos abiertas sobre la vista, sobrecogida por el espanto y la sorpresa. Salí con ella, no daba crédito a lo que mis ojos estaban contemplando. Un matrimonio ya mayor, paralizados por el pánico en la calle uno, sollozaban junto a su coche, fundidos en un abrazo, aventurando su final.
Una nave de dimensiones colosales oscurecía los cielos de toda la ciudad. Temimos lo peor. Mi encargada llamó a su madre desde el movil reconfortándose entre lágrimas. La televisión autonómica ya se hacia eco del suceso. Una gran nave de origen desconocido se detenía frente a nosotros con intenciones poco claras. Fueron momentos de zozobra.
Desde lo que parecía la cabina de mando, apreciamos varios destellos luminosos. El estruendo de maquinaria en movimiento seguía rompiendo sobre el cielo, como si girase sobre nuestras cabezas la mismísima 'Estrella de la muerte'. Pero la realidad siempre supera la ficción, no era Dark Vader quien iba a hacer su aparición.
Desde lo que parecía la cabina de mando, apreciamos varios destellos luminosos. El estruendo de maquinaria en movimiento seguía rompiendo sobre el cielo, como si girase sobre nuestras cabezas la mismísima 'Estrella de la muerte'. Pero la realidad siempre supera la ficción, no era Dark Vader quien iba a hacer su aparición.
Un segundo después, la portezuela de la nave se despegó violentamente. Contuvimos la respiración. Por un instante pensé en la mala pata de haber estado allí de turno en ese día fatídico. Pensé en mis hijos, en mis padres... ¡Y qué importaba ya!, tal vez la humanidad entera sucumbiera aquel día, tal vez aquella nave representara el Día del Juicio.
Aparqué mis pensamientos de un golpe cuando vi descender a un ser extraño de la cápsula principal. Imaginaba que una criatura verde y deforme saldría de allí lanzando rayos laser contra diestro y siniestro. Sin embargo, aquella forma de vida se asemejaba bastante a los humanos. Era un ser corpulento, velludo, de unos dos metros, con largos brazos terminados en zarpas amarillas. Comenzó a emitir ruidos incomprensibles, sonidos inconexos, un lenguaje gutural desconocido para nosotros. Todos nos preguntamos sobre las intenciones de aquel extraño ser. De pronto, nos sorprendió mostrando una bandera blanca, o un escrito, seguramente una declaración de paz. Respiramos con alivio.
Aparqué mis pensamientos de un golpe cuando vi descender a un ser extraño de la cápsula principal. Imaginaba que una criatura verde y deforme saldría de allí lanzando rayos laser contra diestro y siniestro. Sin embargo, aquella forma de vida se asemejaba bastante a los humanos. Era un ser corpulento, velludo, de unos dos metros, con largos brazos terminados en zarpas amarillas. Comenzó a emitir ruidos incomprensibles, sonidos inconexos, un lenguaje gutural desconocido para nosotros. Todos nos preguntamos sobre las intenciones de aquel extraño ser. De pronto, nos sorprendió mostrando una bandera blanca, o un escrito, seguramente una declaración de paz. Respiramos con alivio.
Como responsable de la estación, fue mi encargada quien, apretando puños y con paso sereno se aproximó a aquel artefacto para intentar el diálogo. -"Amigo, yo amiga, todos, amigos"- Le decía , sólo faltaban 'Los Manolos' haciendo el estribillo – Amigos, amigos para siempre -
- ¿Донде цојонес Дејо есто?, ¿Donde dejar? - Me preguntó el rumano que conducía el camión, en un dialecto casi incomprensible– traigo 300 cajas, ¿ентиендес?-
-Pues por aquí, por donde puedas, pero aparca mejor el trailer que me cortas el paso a la estación, no entra ni el aire-
Y así terminó todo, esta es la historia. Palabrita. Testigos son estas naranjas llenando el almacén y el voult. Hemos tenido que meter la cocacola en nuestra ducha y hasta por la oficina. ¡Que le vamos a hacer! . Business is business.
Coño, como me he visto en tu pellejo ahora mismo
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