Como decía una compañera tiempo atrás, en esta empresa y en el universo marítimo hay mal ambiente por distintas razones, unos por que deben de soportar presiones muy por encima de lo admisible, como si sus pequeñas oficinas sin ventanas fueran un batiscafo a 10.000 metros bajo el mar, donde todo es amenazante y peligroso, donde unos bichos de entrañas transparentes o sin ellas, de corazón pequeño, o sin el, se mueven como escualos amenazándote con dentelladas
si tu movimiento no va al compás de la corriente.
Por otro lado están los pececillos, que mercadean con caracolas y conchas con origen, que venden chapapote licuado al por menor, y se mueven por aguas procelosas, obedientes como el velo de una medusa, como peces de superficie embarcados en una tempestad. ¿Qué hay que ir arriba?, pues se va, qué ahora toca hacia abajo, pues de cabeza, qué mañana nos dicen que de lado, pues a ponernos de costado y no se hable más. Los pececillos van en grupo, como una nube de bichillos, como un manto volátil que acepta raudo la dirección del agua tal vez por que la marejada nos asusta, o el temor a las redes nos aterra, pero por que mil ojos pueden más que dos, la realidad se ha retratado ante nosotros como un oscuro cascarón hundido sobre el fondo de una pecera, donde los peces agonizan por la falta de libertad y oxígeno añorando una claridad de luna llena que les haga soñar que hay esperanza más allá de aquellos cristales.
Hasta ahora hemos seguido el curso que imponen las corrientes, hemos doblado cabos y soportado tempestades, pero, se nos arroja contra las rocas, se nos maltrata por que las algas se han comido la vida y los recursos de la gente, el plancton no se mueve y hay un estancamiento de las aguas... Los sindicatos no se preocupan lo bastante del entorno, o se preocupan mal, y los peces estamos sumergidos ya hace unos años, en aguas sucias que cada vez se enturbian más.
El cardumen se mueve entre el malestar y el hartazgo. Aunque la voz y el rastro sólo queden escritos porque gente con más agallas sacan la cabeza del agua, estoy seguro que muchos expendedores y encargados de toda España ya están hasta la aleta superior de soportar caprichos y de trabajar a disgusto. No es cuestión de vender o no vender, todos entendemos los problemas y necesidades de incrementar las ventas, de procurar que el cliente compre y aporte su puñado de euros para que todos nos alimentemos decentemente .
El problema es la sobreexplotación de los recursos naturales y esas rocas con las que vamos estrellándonos en los últimos tiempos, unos acantilados levantados con el beneplácito de los sindicatos, que han negociado las distintas 'leyes de costas' con blandura excesiva permitiendo que se nos arrincone frente al arrecife, sometiéndonos a un acoso constante no denunciable, porque se trata de una presión disimulada, pero conocida por todos, un malestar que se mueve como una bruma impidiéndonos ver la superficie y hasta el sol. Nuestro trabajo -y eso es una evidencia-, ha empeorado o ha aumentado considerablemente en estos años deteriorando nuestras condiciones laborales dentro del 'entorno marino'. Los peces hablan en voz baja, casi con la mirada, pero su indignación por el estado de las aguas es evidente y comprobable, y el porcentaje de indignados ha crecido de forma exponencial. ¿Por que vamos cediendo terreno año tras año?, ¿Por que aceptamos nuevas tareas y cometidos a cambio de unos dudosos incentivos?
Indignado (Campsared Blog) |
Muy bueno ANK,el auténtico cangrejo Sebastian está en Córdoba,jajajaja.
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