Me arden los pies y la cabeza, ni la jalea real me sube el ánimo, siempre que llega este calor pierdo la fuerza como una coca-cola semiabierta. Las tardes son eternas, como los días de régimen a base de pescado y acelgas.
El intervalo de la siesta me muele los arrestos, me convierte en un felpudo de los de andar tirados por el suelo sin dueño. Ni la radio, ni el sueldo que está ya próximo a ingresar, ni un generoso escote regalando la vista me despiertan lo suficiente como para diferenciarme de un arbusto marchito. Las tardes calurosas de verano, me extenúan como si respirase gas butano detrás del mostrador. Solo el chasquido de una lata al abrirse con su estallido de burbujas heladas suena como un pequeño timbre que me espabila unos segundos.
Es como un espejismo que te produce sed y una visión paradisíaca de palmeras y un estanque dorado, donde nuestra Brooke Shields particular nos da la vida desde sus mismos labios con un trasvase delicioso de líquido y frescor.
Pero el efecto se esfuma de inmediato. Vuelta a la realidad. El escenario son coches que se cruzan, gente que no duerme la siesta, unos cansinos como la chica de los surtidores "Ha elegido usted...", que solo quieren agua o un refresco, ni comida, ni lotería, ni rascas, quieren llegar a casa, quieren meterse en su espejismo de familia, o de huríes semidesnudas; qué se yo. Miro nuevamente el reloj, que se derrite como si fueran las esferas de Dalí ¡Qué larga es esta tarde de viaje a ningún lado! Aquí no pasa nada. Bailotean en la pista las deslumbrantes y estiradas piernas del sol, representando el lago de los cisnes, pero sin agua, sin música y con este calor de horno entreabierto que ha convertido a cada cisne en pollo frito. Es tan tediosa la representación como cuando estudiábamos en casa para aprobar los cates de septiembre sabiendo que nos quedaba todo el verano por delante.
Me está aplastando la rutina. Necesito librar, coger las vacaciones, pero estas largas tardes anodinas de verano se estiran y se prolongan como las afligidas ramas de los sauces, como las series de TVE-1, como un partido a cinco sets. Busco alivio en el tiempo, pero el futuro se muestra al otro lado del planeta, allá en el horizonte, sobre su mecedora bebiendo te al limón, tranquilamente, sabiendo que yo llegaré tarde por que en este hemisferio las cosas van despacio ¡Que bonita es la tienda de palacio! pero a mi ya me aburre por que la tengo más que vista.
El motor de la sandwichera por su parte, aporta ese bochorno ecuatorial que nos traslada a las recónditas selvas del Congo o a Indonesia, con su temperatura pegajosa y deprimente. Lanza calor para llenar cien globos aerostáticos de Travel Club. Nos roba el aire, como si 'repartiera' oxígeno con un aspirador, sólo nos deja el fastidioso aliento incendiario de la máquina. Si derramásemos un cubo de agua por el suelo, acabaríamos cocidos al vapor, como unos mejillones.
Solo en el vault la vida cobra algún sentido. Durante unos minutos te sientes como un pingüino en Disneylandia, pero después, vuelta al ataque, recorres el pasillo como un soldado vietnamita, avanzando entre impedimentos y calor, te vas a la trinchera y a matar pollos al ast, por que a esas horas hay algunos clientes con el desodorante caducado, cubiertos de una pátina de sudor mareante, que hacen tambalear las pocas fuerzas que nos quedan, como si defendieran sus posiciones anticompra lanzando gas mostaza. -"¿Quiere usted...? Bueno mejor no, buenas tardes" -
Pero ese aturdimiento momentaneo, no te arregla la mente ni el estómago, sigue zapateando el sol con tanto aplomo que hasta las bellas gatas que llegan a esas horas, te miran sudorosas como si acabaran de bajarse del tejado de cinc hace un minuto. La tarde es larga y calurosa. Voy a firmar en los servicios, voy a mirar caducidades, voy a rellenar algún checklist, como si fueran un sudoku, para matar el tiempo.
Larga tarde. Un rato mato moscas con el rabo... el del plumero que es un rabo flexible y desplumado, que se agita ligero como una caña de bambú de las de dar castigos sadomaso, y luego uso el spray, el caso es hacer tiempo para no sucumbir a la molicie.
La gente está sedienta y derrengada, el suelo radiante de la pista funciona a las mil maravillas. Los helados se venden como churros helados, como si fueran aspirinas que calman el calor y la sed. Hablas con la misma cadencia del surtidor, ¡Vaya apatía!,
- ¿Quieres unos...? -
- No quiero nada -
- Si te los iba a regalar no me has dejado hablar ¡Bah! -
Nada de nada, todos quieren llegar a casa para arrancarse la ropa de un tirón, ponerse en cueros y darse un remojón, después poner el A/A en modo de 'tormenta glacial' y soplarse unas bebidas bien frías. Los solteros/as hacen un club nudista en la república independiente de su casa.
Compañera conectando con el Blog de Campsared |
A estas horas, y con el sol reinando justiciero, hasta los africanos caminan por la sombra y duermen siesta con el turbante metido en la nevera. No hay nadie por la calle. La pista se ha quedado vacía unos instantes. Con el brillo del sol, se asemeja a un desierto arábigo con su gran jaima franquiciada en medio del oasis Foster, este zoco abierto donde vendemos, melones, patatas, frutos secos y un agua fresca que no consigue estarlo tanto por que gran parte de las frigorías están de vacaciones, y las que quedan no dan a basto. Salgo a la puerta a ver si llega algún camello. "As-salaam-alaykum" Ahí llega uno.. pero no es un camello, es una moto. Vuelvo a dentro.
Si tengo un rato voy a romper un huevo sobre algún surtidor a ver si acaba frito. Pero será mañana, porque hoy no soy capaz ni de encontrarme los míos propios. ¡Que calor!
Se te fríen los huevos en verano (Campsared Blog) |
Voy a salir de allí, y cojo aire por los poros acalorados y por la boca, tanto como para adentrarme en un espacio con atmósfera cero, pero poco me dura aquello. Al regreso del vault, ocupas nuevamente el nido de ametralladora y a disparar ofertas y obuses con origen. Cuando a veces aciertas, es como si te metieran un dedo por el culo, reaccionas un instante, y luego vuelves al hastío, al modo catatónico de mediados de junio, al espectáculo tedioso de las tardes de verano, lentas y soporíferas, calurosas e inacabables, y a seguir, dale que dale al organillo, a la venta activa vamos.
La tarde va cayendo como los siglos, lentamente, restándonos frescura y juventud. Con los últimos rayos, llega el tiempo de libertad, el fin de la condena diaria, por que trabajar en verano y por la tarde, es un 'privilegio' de las castas más desfavorecidas, el detalle que omitió Dios cuando expulsó a Eva y Adán del paraiso: "No sólo tendreis que trabajar para ganar el pán, tendreis que hacerlo en turnos y hasta en las tardes de verano" ¡¡Haberlo dijo joder, y se había comido la manzana su p... madre!!
Derretido y derrotado (Campsared Blog) |
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