Hace unos meses que, cada vez que me miro en el espejo, descubro un malhechor, si si,
un auténtico hijo de puta, de los que sisan en el cambio a las viejas, de los que se benefician a las chicas en cuanto llevan una o dos copas por encima del límite, de los que no sueltan propinas ni aunque te laman los zapatos, de los que pisan un billete de 50 que se le voló a algún
currante, y enseguida dicen que es suyo. Soy un auténtico cabrón, me miro en el espejo y es que salta a la vista. Por suerte soy gasolinero, por que podía haber sido
hooligan, o mercenario en Libia, o incluso
mosso d'escuadra, o
picoleto de los que se hinchan a poner multas.
¿Por qué digo esto? No lo tengo muy claro. Por un lado está el pelo, que me crece haciendo remolinos, lo que ya no es buen síntoma si se quiere pertenecer a una buena clase social, éstos suelen llevar una elegante melenita rematada por unos cuantos rizos perfectamente diseñados. Yo en cambio, gasto unos pelos de
abertzale que enseguida llevan a la desconfianza. Mis ojos no tienen la alegría bondadosa de un catequista, en ellos se dibujan mas ojeras de las recomendadas, no de un juerguista, que ya no estoy para esos trotes, pero si del que tiene algo entre manos o en la mente, que no le deja conciliar bien el sueño.
Algo tiene que ver, el que mi boca fabrique 'telarañas' para que los clientes caigan enganchados en ellas, suplicándonos mutuamente, los unos por querer escapar, y yo, para que se enreden hasta las ingles y pierdan la decencia, y se dejen el sueldo de sus hijos, aunque no paguen hipoteca, ni coman ese mes, pero ahí estaré yo, aullando al TPV, sacando pecho con mis uñas llenas de sangre y la cara de sátiro de las grandes ocasiones. Para que me feliciten por la canallada del mes.
En fin, debo incidir en que, cuando me miro en el espejo, contemplo a un ser abyecto, con las manos ensangrentadas y una navaja de venta horaria entre las manos que va saqueando viajeros sin miramientos ni piedad.
Con todo, lo que me atormenta no es parecerme al
Tempranillo en su versión maligna,
es el sentido de la culpabilidad que me remueve la conciencia.
Podría pensar que mi trabajo es desplumar a los incautos/clientes, tal como 'ordena mi señor', agrandando el botín y la leyenda que hace de ésta, mi empresa, la mayor petrolera del reino, y en cuyas posesiones no se pone el sol, pero no, mi malestar se debe a que mi maldad no es la apropiada, no alcanzo el grado de violencia suficiente para lograr los objetivos prefijados.
No hay tarde ni mañana que no sienta doblárseme las piernas, que el estómago no inicie su erupción cotidiana, por que, viendo pasar las horas, mis ventas exigidas son aún escasas y amenazan con no ser suficientes para satisfacer a mi 'patrón'.
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Hay que vender (Campsared Blog) |
La actitud ejercida sobre nosotros, para convertirnos en 'vendedores de élite', se ha transformado en una losa, en un desdoro que me persigue en el trabajo y hasta en casa; no soy bastante productivo, mis cifras no son las adecuadas, la compañía va a quebrar por mi culpa...
han llegado a sugestionarme de tal forma que es ver pasar mi sombra ociosa, para sentir rápidamente el peso de la culpabilidad.
Si me contemplo en el espejo lo noto, si me rechazan una venta lo noto, si no machaco con repetida consistencia lo noto, cuando me mira mi encargada lo noto, en sus ojos inyectados en sangre lo adivino, si me fumo un cigarrillo o si me tomo algún descanso, allí lo tengo persiguiéndome como una maldición, SOY CULPABLE, no estoy vendiendo suficiente, no estoy llegando al mínimo exigible, soy culpable me meta donde me meta, y aunque libre y esté en mi casa voy a seguir siendo culpable, no merezco mi sueldo, no remo con bastante energía, no tengo gracia, soy un asno y un lastre, un malhechor en toda regla.
La maquinaria de rodillo ha funcionado, la indignidad ha sido inoculada, los que la han provocado se marchan de rositas con la conciencia muy tranquila, mientras yo escondo la cabeza; me han convencido, soy una escoria, un malnacido.
Para ejercer de hijo de puta me falta clase, de momento soy solo una 'putilla' que entrega lo que puede cuando puede, y a la que, desde luego hay que seguir explotando hasta que estalle.
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¿Soy una mierda... soy un cabrón?
(Campsared Blog) |